Inquisidores

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO CIUDAD

21 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El lógico recorrido judicial de la querella de la Asociación de Abogados Cristianos contra el humorista Carlos Santiago por el irreverente pregón del carnaval mantiene vivo un episodio que debería quedar sepultado para siempre bajo toneladas de vergüenza en la historia reciente de Compostela. De vergüenza social, que es la peor de las vergüenzas porque es producto de la manipulación colectiva de los sentimientos y creencias de las personas, en este caso los relativos a la fe católica. Este lamentable asunto no tenía que haber ido más allá del debate sobre la inconveniencia de que un acto del Concello y pagado con dinero de todos los ciudadanos sea el altavoz de frases de dudoso gusto pronunciadas ante un público de todas las edades y cuestionables incluso en el contexto transgresor propio del carnaval. Sin embargo, manipular es fácil cuando faltan las evidencias y se mangonean los sentimientos. Es muy sencillo provocar una explosión haciendo saltar una chispa en un tanque de combustible. Pocos de los que hayan asistido a alguna de las muchas peroratas de Carlos Santiago en su papel de apóstol posmoderno encontrarían suficientes motivos para echarse las manos a la cabeza. El momento, el contexto y el tono también cuentan. Episodios como los vividos en los días posteriores al 10 de febrero fueron consecuencia de la bochornosa bola de nieve que de forma interesada echaron a rodar y a la que, por supuesto, se sumó la Iglesia, aunque con preclaras voces internas recelosas o manifiestamente en contra. «¿Y qué podíamos hacer?», se lamentaban ante la avalancha de gente ofendida de oídas. A rezar en la Catedral en desagravio por el ataque sacrílego. En fin...