Castillos en el Obradoiro

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro PICHOLEIRISMO

SANTIAGO CIUDAD

06 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Afalta de poco más de dos semanas para que el cielo de Compostela se ilumine con las ráfagas multicolores de los Fogos do Apóstolo, muchos desconocen el origen de una tradición que hoy reúne en la misma plaza a público de los cinco continentes. Seis meses se pasó entre papeles hace unos años Miguel Taín Guzmán, profesor de Historia del Arte y experto en el estudio de la Catedral y de la ciudad de Santiago, para arrojar algo más de luz sobre el asunto. Y dice en su estudio que se documentó, ya en el siglo XVI, la celebración de una serie de juegos populares a caballo y lidias en el Obradoiro. Aunque, subraya, los festejos en la víspera del 25 se consolidaron algo más tarde, a partir del XVII: «Consistían en una corrida de toros, la quema de un castillo, el lanzamiento de fuegos artificiales y el encendido de luminarias al anochecer».

Antes de la fachada gótica, neoclasicista y anteriores, construidas como parte del espectáculo, lo que había era la quema del castillo, una estructura diferente cada año -siempre con el visto bueno de la Catedral, encargada hasta principios del XIX de la organización y financiamiento de estas fiestas-. Esta acababa en llamas al caer la noche, entre fuegos de artificio y otras puestas en escena recordando las gestas del apóstol Santiago en la lucha entre cristianos y musulmanes.

La ciudad llegó a tener entre sus vecinos a sus propios maestros fogueteros y consta, destaca el estudio histórico, que la Catedral llegó a contar «con alguno asalariado». Y, por si algo se torcía, se disponía de «un carro de ramas verdes y escobas con que apagar el fuego», además de un plan de evacuación: sálvese quien pueda.