Gallego sin fronteras y con 75 acentos

raquel c. Pérez SANTIAGO / VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

Alumnado extranjero estudiará el idioma en un curso intensivo de tres semanas

03 jul 2018 . Actualizado a las 21:55 h.

Entre la multitud que charlaba ayer en la entrada de la Facultade de Filosofía se podían distinguir acentos brasileños, portugueses, checos o franceses. El idioma vehicular no era el inglés. Se hablaba castellano, pero también gallego. El curso Galego sen Fronteiras, organizado por la Real Academia Galega, el Instituto de Lingua Galega, la Universidade de Santiago y la Xunta de Galicia acoge este verano a 75 alumnos. «Teñen tres semanas de aulas prácticas e teóricas», explica la profesora Cristina Quinteiro. «Aprenden tamén vocabulario relacionado coas profesións, por se atopan unha oportunidade laboral en Galicia», apostilla. En la recepción se notaba la veteranía de más de uno: iban directos a por la empanada y las cervezas.

Es el segundo año que Uriel Martínez decide desplazarse desde su Ciudad de México natal para asistir al curso. Graduado en turismo, a través de sus estudios entró en contacto con el gallego. «La mejor forma de comprender un país es entrando en contacto con su lengua, su cultura y su música», defiende. Además de las clases, el alumnado recibe aulas de música tradicional. «Es muy distinta a la mexicana, y eso me fascina». Katalina Farkosinszky se desenvuelve con fluidez en el gallego. «Viñen por primeira vez en 2010, cando fixen o servizo de voluntariado europeo. Adorei Santiago e en 2012 volvín para estudar xoiería na Escola Mestre Mateo». En su tercer viaje a Santiago, Katalina llegó con su hija de cinco meses, que lógicamente también la acompañará en las clases. «Gustaríame que nalgún momento ela tamén aprendese galego».

Entre los asistentes más de uno pasó por clases de catalán y después se aventuró a probar con el gallego. Es el caso de Andersen Wu, de origen chino y suizo de sentimiento. En el país helvético aprendió a amar el aprendizaje de las lenguas. «Son como puentes, lo más importante de la identidad de un país». En Suiza, Andersen escuchó hablar de la gastronomía gallega, cuya excelencia confirma. «La lluvia no me gusta tanto», ríe.