Los mofletes del Pórtico

Emma Araújo A CONTRALUZ

SANTIAGO CIUDAD

29 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Por mucho que contemples una obra de arte, siempre sorprende. Que se lo digan a las personas que ayer pudieron disfrutar del privilegio de ver, diez años después, el restaurado Pórtico de la Gloria y deleitarse con el color primitivo de las esculturas allí donde pudo ser recuperado tras miles de horas de minucioso trabajo unos cuantos millones de euros.

Comparar nuestra Catedral y su Pórtico de la Gloria con la basílica de San Pedro y la Capilla Sixtina puede considerarse un sacrilegio, porque la Edad Media y el románico huelen a peste y el Renacimiento a belleza y humanidad. Pero un simple vistazo a las primeras imágenes del Pórtico, aunque sea a través de las fotografías, nos regala sensaciones impensables que solo el arte logra despertar. Y una, que es un poco particular para esta y otras muchas cosas, las esculturas del Mestre Mateo me huelen a Miguel Ángel y me saben al sonrosado moflete hidratado y perfumado de los bebés, con esta pátina inocente y perfecta que parece inverosímil que la esculpiese la mano del hombre.

Resulta imposible calcular cuantas personas han entrado en la Catedral de Santiago a lo largo de la historia y cuantas han podido contemplar el Pórtico de la Gloria en los últimos nueve siglos. Lo que si está claro es que, desde ayer, y que así sea por otros novecientos años más, en Santiago tendremos algo más de lo que presumir e inspirarnos para, más pronto que tarde, recuperar las esculturas del Mestre Mateo que un día se llevaron de Santiago por la puerta de atrás. Cuando así sea, sabremos a que saben y huelen Abraham e Isaac.