José Cendón: «Mis primeras heridas de guerra fueron en los parques de Santiago»

Patricia Calveiro Iglesias
p. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Diez años después de su secuestro, el fotoperiodista santiagués dice que aquel capítulo le hizo bajar una marcha

25 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Nombre. José Cendón. Nació en Caracas el 2 de agosto de 1974, pero creció en Santiago.

Profesión. Fotoperiodista.

Rincón elegido. El parque de Ramírez, donde jugaba hasta el anochecer de niño. Entonces, en vez de un piso acolchado había gravilla, con la que curtió sus rodillas.

Viendo la maña con la que salta la barandilla que separan en la Praza Roxa la carretera de la zona peatonal ya se intuye que a José Cendón Docampo le ha tocado rebasar unos cuantos obstáculos. El fotógrafo compostelano empezó a perseguir la noticia como freelance a los 27 y se convirtió en ella seis años más tarde, cuando fue secuestrado en Somalia junto a otro periodista británico, Colin Freeman, mientras seguía los pasos de los piratas de la costa del país. Hoy recuerda en el Ensanche, barrio donde se crio, aquel episodio que le enseñó a «controlar más los riesgos a los que me expongo», dice.

Cendón, hijo de emigrantes, nació en Venezuela en 1974 y sus padres retornaron a Galicia cuando tenía 2 años y medio. Estudió en el colegio Quiroga Palacios y en el IES Eduardo Pondal: «Mis primeras heridas de guerra fueron en los parques de Santiago, volvía casi todos los días a casa con las rodillas ensangrentadas de la gravilla». En contra de lo que muchos puedan imaginar, asegura que «no era para nada intrépido», sino «un niño muy tímido, algo que con el tiempo fui superando». En aquella época pensaba en ser «cosas muy locas, desde policía hasta dentista», suelta con un tono simpático; aunque ya de adolescente «empecé a interesarme por el periodismo y el cine».

«Intenté hacer periodismo aquí. Era la época en la que empezaba y solo había 100 plazas para toda Galicia. Creo que tenía la segunda media más alta gallega, y no entré. Me quedé, como tantos, a las puertas y me metí en Económicas por estudiar algo. Después de cuatro años de fiesta en Santiago y con media carrera aprobada no me veía trabajando en una empresa o un banco», explica, por lo que acabó marchándose a Madrid para licenciarse en Periodismo, al tiempo que estudiaba en una academia de cine.

«Ahí fue cuando me fui acercando a la fotografía. Vi que reunía un poco todo lo que a mí me gustaba, la parte del periodismo y la visual, y me permitía no depender de nadie. En el cine, por ejemplo, sin un equipo detrás no haces nada y es fácil que alguien falle», relata Cendón, quien se define como una persona individualista, aunque buen compañero.

Poco dinero y grandes ideales

Estuvo ahorrando para poder lanzarse como freelance. Recuerda, entre risas, que trabajó en Madrid como coordinador de un diario de autobuses (Nexobús), hasta tener el dinero suficiente, una cámara buena y un montón de rollos de películas para la aventura fuera de España. Empezó como profesional soñando con ser como Gervasio Sánchez (hoy su amigo), con poco dinero y grandes ideales, que «con el tiempo he ido perdiendo al ver que solo vendían las matanzas».

«Ahora aquí pasan bastantes cosas, pero este era un país bastante aburrido, y siempre me han atraído los conflictos, no solo bélicos también sociales», apunta. «Me fui a Colombia buscando un conflicto en el que se hablara español, porque mi inglés era lamentable» y se encontró, dice, con un pueblo hospitalario, en el que «hasta los guerrilleros me acogieron en el medio del monte y me trataron como un hermano».

Sobre su secuestro, cuenta que Freeman (con el que mantiene el contacto) conocía algunas claves que dan en los cursos sobre qué hacer en este tipo de situaciones. «Te aconsejan establecer una relación personal con los secuestradores, para que te vean como una persona y no como mercancía. Vimos que tenían interés por el inglés. Acabamos dándoles clases, y ellos a nosotros de somalí. Así, de paso, matábamos el aburrimiento, porque éramos testigos de las negociaciones y sabíamos que era cuestión de tiempo que nos liberasen», indica. Ambos habían estado varias veces antes en Somalia. «Sabíamos cómo funcionaba esto y que lo que querían era dinero». Hasta el punto, afirma, en que sus propios secuestradores se pusieron frente a ellos y los cubrieron, a cuerpo descubierto, de las balas de una banda contraria. «Nuestras vidas valían mucho», dice.

«He sido temerario en Somalia; ahora aún asumo riesgos, pero controlados»

A José Cendón le faltan dedos de las manos para contar todos los sitios en los que estuvo. «Solo en África, serán cerca de 30», señala. Nunca aguantó más de tres años en un país extranjero. Las ansias de conocer nuevas fronteras le pueden. «Hace un tiempo me comía dos o tres pasaportes por año, ahora me duran más», indica. Bajó de marcha tras el capítulo de Somalia, confiesa, y pasó a trabajar «con más tiempo, a un plazo más largo y a pararme más con la gente».

El 5 de septiembre se mudará una vez más, a Jordania, donde su mujer (australiana a la que conoció en Etiopía) tiene un contrato con Cruz Roja Internacional. Él ya piensa en todas las historias que se encontrará en la frontera con Siria. «He sido temerario en Somalia; ahora aún asumo riesgos, pero controlados», dice. Ser padre ha tenido bastante que ver con eso: «Me vine aquí hace un año cuando mi mujer estaba a punto de dar a luz a nuestro segundo hijo y me voy con tres: Nicolás de 4 años, Ada de 1 y Sabela de dos meses». Ellos son el mejor de los premios, dice el fotoperiodista que ha ganado el Word Press Photo Awards o el prestigioso Leica Oskar Barnack (el Óscar de la fotografía), entre muchos otros galardones que custodian sus padres junto a los recortes que el día de mañana quiere enseñar a sus niños.

«Volver a casa, al principio, era un shock. Creo que esto nos pasa a todos los que hemos vivido en países pobres. Cuando llegas aquí y ves toda esta opulencia te indignas, aunque con los años he aprendido a disfrutar con la comida, en los bares, de los amigos... Sé que es algo temporal», subraya. «Lo que peor llevo es el tiempo, la lluvia». No obstante, «Santiago tiene muchas papeletas para ser el lugar de mi retiro, junto con Madrid y Lisboa», comenta.