Un estudio de carácter internacional sobre genética liderado por investigadores de la USC concluye que los primeros movimientos migratorios y colonizadores en América del Sur tuvieron como eje, fundamentalmente, las altiplanicies de los Andes en detrimento de las costas atlánticas. Es algo que sorprende hoy en día, teniendo en cuenta que a muchos mortales les resulta imposible soportar el mal de altura andino y que, en caso de poder elegir, habrían preferido instalarse en las más amables costas caribeñas. Una anécdota que nos retrotrae, como tantas otras, a Darwin y a su teoría de la evolución de las especies. Que se lo digan a Mamoudou Gassama, el inmigrante maliense que pasó en un día de simpapeles a héroe nacional de la República francesa tras trepar con agilidad cuatro pisos y salvar a un niño que estaba a punto de caer al vacío desde un balcón de París. Ya hay quien denuncia que Macron no haya dudado en saltarse las estrictas leyes de extranjería para darle la nacionalidad a Gassama y ofrecerle un trabajo -realmente el cuerpo de bomberos parisino se merece a un operario en tan buena forma- mientras miles de compatriotas suyos se desesperan en las fronteras o se ahogan en el Mediterráneo. Es la cruda realidad. Pero ojo, que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y si microbios diminutos sobrevivieron a los grandes dinosaurios y si unas variedades de homínidos siguen sobre la faz de la tierra y otras se extinguieron, no sería descabellado pensar que una tribu que sigue trepando como si todavía viviese en la selva le ganase la batalla a otra donde los padres dejan solos a sus hijos para jugar al Pokémon Go.