El año de las máquinas, aún en camino, llega hasta los comicios

Xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

ABRALDES

Los polémicos niveles de ejecución de las inversiones en el pasado ejercicio han calentado los hombros de Compostela Aberta

18 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Compostela Aberta, aún con la depuradora y la ORA hirviendo en la cocina, proclama que el año en curso va a ser el de las máquinas. El abanico de actuaciones es multicolor, y las infraestructuras que depara el Edusi se plantan en escenarios viales, fluviales, verdes, escolares, deportivos... que medirán la capacidad de gestión de la maquinaria político-administrativa. Son esos polémicos niveles de ejecución de las inversiones que en el pasado ejercicio han calentado los hombros de Compostela Aberta.

Aún están inflamados como para que otra descarga de palos reabra heridas en caso de que las obras no arranquen o caminen con muletas. Las obras se hacen o no se hacen, y no sirve en estas encomiendas tener a mano direcciones de servicios ortopédicos. De facturas de parques de bomberos y esas cosas.

Aparte de las críticas recibidas por el bajo nivel de ejecución inversora, que el pasado año no se hubiesen acometido relevantes infraestructuras viales significa que esa herencia la recibe Compostela Aberta este ejercicio, y que las obras llegarán a las barbas de los comicios sobre rúas levantadas.

Los ciudadanos ven pavimentaciones y canalizaciones, y eso cae en el platillo de méritos para el equipo gobernante, pero al propio tiempo padecen molestias que buscan espulgar como puedan. Las obras son paciencia, resignación y tacos o blasfemias, según el léxico de cada uno.

No es lo mismo que Castrón Douro, Clara Campoamor, accesos al Gaiás y al centro, avenida de Vilagarcía, rotonda de Conxo... estén avanzados que que confluyan en período electoral en tramos iniciales de obra. Hasta puede que (mencionar esta posibilidad aún provoca carcajadas) esté cabalgando el enlace orbital, una criatura cuyo hábitat natural parece ser la incubadora.

¿Qué intríngulis encierra el párrafo precedente? Ninguno. Únicamente advierte que las actuaciones que levanten calles no pueden salirse de los carriles y deben estar enfundadas en una gestión exquisita. La funda es esencial en el desarrollo de los trabajos. Habrá mil ojos atentos a la jugada, y mil conductores con las madres de los ediles anotadas en el salpicadero. ¿Se acuerdan de Montero Ríos? Jorge Duarte aún anda algo encorvado desde entonces. ¿Recuerdan la rúa dos Basquiños y las piruetas y reviravueltas que entrañó? ¿Olvidaron acaso el porte sulfuroso de Bugallo sorteando cascotes del keynesiano plan E?

Espabilado

Compostela Aberta dejó atrás Xoán XXIII y rúa de San Pedro con rostro más humano, y ofrece «un ano de obras». Un gobierno local tiene que andar listo para que los votos que aporte su ejecución no se los arrebate su gestión. El ciudadano asume que la reforma, o el simple pintado, de su domicilio le obliga a un desacomodo en la sala, en el comedor o en las escenas de alcoba. Sabe que ese tránsito embarazoso conduce al bienestar.

El «ano de obras» es un calendario demandado y obligado, cuadre donde cuadre, y el ciudadano que lo es (ciudadano) lo entiende aunque tenga los epítetos de Pancracio Celdrán en su mesilla de noche. Edusi le ha hecho un feo a Raxoi con Castrón Douro, pero está ahí en la parrilla de salida. Y el gobierno local puede esperar que las críticas se desplacen de la ausencia de ejecución de proyectos a la propia ejecución. La política es un mundo de dialécticas, de dianas cambiables y de argucias. Sin tretas no hay paraíso. Y está claro que las obras suelen elevar el espíritu crítico del personal y se adhieren a la opinión pública y a los diálogos de taberna como lapas.

Edusi le hizo una faena a Raxoi con su pachorra de campeonato, que siempre suele ganar. Y Castrón Douro todavía es una alfombra viaria deshilachada y maltrecha que aún no se levantó. Y hay que saber levantarla. Como en las demás actuaciones que entran en el «ano das obras». Ese año discurre ya por marzo, es preciso recordarlo.

Dejemos reposar un poco la olla hirviente de la depuradora (que parece recuperar el apellido de Silvouta) y la ORA municipalizada, porque la vida de Santiago no se mece solo con los grandes hitos de la controversia. Es más compleja.