San Pedro, la llave de la puerta del universo picheleiro

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

Pese a ser el principal acceso a Santiago para millones de visitantes al año, no hay en la ciudad un lugar más compostelano

29 ene 2018 . Actualizado a las 22:13 h.

San Pedro lleva siglos custodiando la llave de la puerta de entrada a Compostela y por eso da nombre a uno de los barrios más populosos y misceláneos de Santiago, donde se mezclan tiendas del siglo pasado con locales en los que hacerse un piercing, peregrinos con vecinas de toda la vida, casas tradicionales en las que siempre vivió la misma familia con estudios rehabilitados en los que se instalan tribus foráneas, la tradición de la Iglesia y la vanguardia, la piedra centenaria y la cocina de diseño, niños y abuelos, panderetas y rastas, pasado y presente... Y sin embargo, paradojas de Santiago, no hay barrio más picheleiro y con más personalidad que San Pedro. Y no lo disimula, lo reivindica.

Entre sus callejuelas, mientras suenan las campanas de la iglesia y las mujeres acuden a la novena, un grupo se reúne en la Unitaria para asistir a los muchos talleres y cursos que ofrece la asociación Amigos si, pero a vaquiña polo que vale. La comandan Fernando Lema y Gonzalo Suárez, quien necesita tiempo para enumerar todo lo que uno se puede encontrar en el local de la vieja escuela del barrio: «Programas de formación, obradoiros, eventos culturais, proxeccións, debates, ioga, pilates, fins de semana temáticos...» Y un menú mucho más amplio que Gonzalo sirve con ese espíritu animoso e incansable que define a los vecinos de San Pedro.

Con Gonzalo está Coro González, que luce la misma sonrisa marca del barrio y que es una de las autoras de un originalísimo proyecto que incide en lo que suele ser el motor de una comunidad, y el de San Pedro está bien engrasado: las emociones. Ella y otros profesionales nativos crearon un mapa que se puede consultar en la dirección de Internet sanpedroemocional.com y que recoge relatos, experiencias, lugares y sensaciones que habitan San Pedro. «Invito á xente a que o vexa, porque é interesante ter esa radiografía de fronte para saber onde vivimos». Dónde viven, de dónde vienen y a dónde van, porque el mapa está en constante construcción emotiva.

Y de la juventud a la veteranía, de la vanguardia a la tradición, de San Pedro a la calle del Rosario, un poco más arriba. Es allí donde tiene su taller Leopoldo Rodríguez, que lleva más de 30 años restaurando imágenes religiosas mientras habla de fútbol con los amigos. Está en edad de jubilarse, pero dice que no se lo puede permitir y que trabajo no le falta. «Eu traballo para a igrexa e igrexas en Galicia hai moitas». La técnica la aprendió con 15 años de su abuelo, que ya era restaurador y trabajaba al lado de la Catedral. El nieto está encantado en San Pedro: «O barrio mellorou moito nestes anos, antes as vivendas estaban nun estado lamentable pero agora as arranxaron, e os veciños son moi formais», asegura tan serio.

A Leopoldo lo de la peatonalización de la calle de San Pedro no le hace mucha gracia, quizás sea porque por la suya siguen pasando los coches, ahora más que nunca. Pero lograr que las huellas sobre esas piedras centenarias vuelvan a ser humanas y no rodadas ha llevado lo suyo. Si lo sabrá Mercedes Vázquez, que es secretaria de la asociación vecinal A Xuntanza y lleva años luchando por un plan de movilidad que pacifique el barrio y ordene ese eterno barullo que es San Pedro. Un año después de su peatonalización, el resultado no es malo, pero podría ser mejor. «É evidente que desapareceu unha parte importante do tráfico, pero como non hai un control real, o que nós queriamos, que era que a xente transitase tranquila, pois iso aínda non é así». Y el ascensor de Triacastela, «que sei que vai desta».

Y su amplia carta hostelera, y su churrasco, y las cacheiras de Lalín exhibiéndose en los escaparates... San Pedro tiene las llaves del cielo, pero el cielo puede esperar.