«Todos se desviven por el Obra»

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Rosa Blanca Rodríguez, dirigente del club y seguidora a pie de pista, subraya la implicación de todos los estamentos para «conseguir mucho con poco»

16 dic 2017 . Actualizado a las 20:14 h.

Rosa Blanca Rodríguez vive los partidos del Monbus Obradoiro en familia, a pie de pista, en el palco que tiene en Sar la firma Espina y Delfín, de la que es administradora junto con su hermano Óscar. Por ahí empezó el vínculo con el club, cuando les propusieron incorporarse al grupo de empresas que tomó las riendas en la temporada de la LEB. Primero fue el compromiso con la gestión y enseguida se le sumó el emocional, el que lleva a sufrir y disfrutar con el deporte.

Los días de partido, a su hermano le toca la parte más institucional, en el palco de autoridades. Ella prefirió un espacio más próximo al campo de juego y menos esclavo de la compostura, donde poder cantar el Miudiño, echar la bufanda al viento, saltar con una canasta o metabolizar una decepción sin grilletes.

La relación con el baloncesto le viene de mucho antes, «de cuando estudiaba en Cluny». «Tuve como entrenadores a Fidel Masaguer -recuerda-, el padre del speaker, y a José Ramón Caeiro. Pero al llegar a júnior lo dejé».

Sus hijos, Antón y Alba, recogieron aquel testigo. Uno está en la preselección cadete de Galicia y la otra compitió con el combinado autonómico el pasado curso en el Campeonato de España de minibásquet, en Cádiz. Entre ambos y el Obradoiro «son muchos los fines de semana de tres partidos». El que viene llega con tres citas, en Ferrol, Lugo y, el domingo, el Real Madrid en Sar.

Empresa y club

Para explicar la diferencia entre la firma para la que uno trabaja y el equipo sus desvelos echa mano de una cita de un curso al que acudió tiempo atrás: «Un empleado no se tatúa el nombre de su empresa, pero el de su club...».

La identificación de Rosa Blanca Rodríguez con la entidad deportiva echó raíces desde el primer momento. Y desde entonces hasta hoy hay una constante que valora especialmente: «Todos se desviven por el Obra». Y todos son todos: «La afición, el equipo, los trabajadores, los dirigentes. Con muy poco se consigue mucho».

Procura que no le afecten los resultados pero, indudablemente, la diferencia entre una jornada victoriosa y una saldada con derrota es notable en el ánimo. En el segundo caso recuerda particularmente «uno de los pocos desplazamientos» que pudo hacer, dos años atrás. «Fue a la pista del Estudiantes -comenta-, en un partido importante para los dos equipos. Al final perdimos de uno y me fui sola, andando un buen rato. Fue duro. Pero llega el lunes, te olvidas de todo y ya piensas en el siguiente partido».

En todo caso, en estos años son muchas más las satisfacciones en el haber, con mención especial para «mucha gente que conoces» y con la que, de no ser por el baloncesto, nunca se habría cruzado. En ese plato de la balanza también ocuparía un lugar especial la Copa en A Coruña: «Aquel partido contra el Baskonia... Que cerca estuvimos». Ese campeonato, sin el Obradoiro, «no es lo mismo. No iría». Si alguien la ve por Las Palmas de Gran Canaria en febrero, podría adivinar el motivo.

Cuando Porter se vio ante la camiseta de los Lakers y la visera de los Bulls

Entre las personas que Rosa Blanca conoció gracias al baloncesto está Terry Porter, cuando hizo el Camino de Santiago invitado por el Obradoiro. Con él protagonizó una anécdota que todavía recuerda entre el rubor y la simpatía, porque del base de los Portland Trail Blazers poco más sabía que su condición de leyenda del deporte americano: «Pude hacer una de las etapas, 25 kilómetros, con salida en Palas de Rei. Después tuvimos una cena, en Brandariz. Llevé una camiseta de la NBA y una sudadera del Obradoiro. Hacía calor y me saqué la sudadera. Entonces Porter exclama ¡Oh my god! Moncho y José Luis Mateo me dicen si estaba preparado. La camiseta era de los Lakers y me explicaron que era el equipo de más rivalidad con los Blazers, el que los apartó del anillo, en la última etapa de Magic Johnson, que era como si fuese a una cena con Cristiano Ronaldo y me presentase con una camiseta de Messi».

Pero no acabó ahí la cosa. Al día siguiente, tras la llegada a la Praza do Obradoiro, Porter atendió multitud de peticiones de autógrafos y fotos. Había bastante gente y Rosa Blanca, a quien el base había rebautizado como «Lakers», estaba cerca del exjugador. Su cuñada le hizo llegar una visera para ver si Porter la podía firmar. Y así lo hizo pero, al verla, exclamó: «¿Do you want to kill me? ¿Quieres matarme?». Esta vez la visera era de los Bulls, el otro equipo que, ya en la era de Michael Jordan, impidió a Porter conseguir el anillo. Sería como cambiar la camiseta de Messi por la de Neymar.

Los largos consejos de administración del principio

Rosa Blanca Rodríguez puede hablar con conocimiento de causa respecto a lo que cuesta el Obradoiro, «en el sentido económico y en el del tiempo que requiere». Es lo que tiene participar en la gestión.

Recuerda con nitidez los primeros consejos de administración, en la temporada de la LEB y en la siguiente, en la que el club tenía la obligación de convertirse en sociedad anónima. Había dos variables que se repetían en esas reuniones: «Eran larguísimas y cada vez que aparecía aquello de hace falta más dinero, todos soplando hacia arriba». Fueron los años más complicados en materia presupuestaria.

El pasado curso también fue duro, por la cantidad de lesiones que asolaron al equipo, sobre todo en el primer tramo de la temporada: «Ver vestidos de calle a Corbacho, Urtasun y Llovet, las tres principales apuestas del club para esa campaña, y pensar que no podía ser tanto contratiempo era todo uno».

El club ha ido superando todos esos escollos y Rosa Blanca Rodríguez lo atribuye, en gran medida, a la «capacidad de remar todos en la misma dirección en los momentos de más dificultades».