«Desde fuera aún le das más valor»

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

La familia Estraviz Cereijo no se desconectó del Obradoiro ni en Panamá ni en Qatar

16 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Rubén Estraviz y Marta Cereijo se subieron al tren del baloncesto en Punta Arnela, en Ferrol, en la mejor época del Oar, antes de conocerse. En el 2000, recién casados, se trasladaron a Compostela por motivos laborales y sus hijos, Carlos y Lucía, ya vieron sus primeras canastas en Sar, años más tarde. Los cuatro son desde entonces obradoiristas.

Rubén fue el primero en engancharse, en la temporada 2009/10. Recuerda el partido frente al Barcelona y los cánticos del Obra, Obra como un deja vu que lo transportó veintipico años en el tiempo. El ambiente de Sar lo cautivó. «En aquel mismo momento ya me sentí del Obradoiro», recuerda. Y al año siguiente, aunque el equipo cayó a la LEB, sumó a la familia a la causa. Sacaron el abono y hasta hoy, a pesar de que los avatares laborales les depararon un par de traslados.

Alcázar de San Juan

Esa campaña recuerdan un episodio que acentuó su identificación con el club. Lo relata Marta: «Habíamos quedado un fin de semana con unos amigos en Ciudad Real y coincidió con que el equipo jugaba en Alcázar de San Juan. Aprovechamos para ver el partido y se dio la circunstancia de que cogimos el mismo hotel. Lo supimos al llegar y ver a los jugadores, a la hora de la comida. Por la tarde, cuando bajamos para ir al pabellón, íbamos con nuestras bufandas. Al vernos, los jugadores y los técnicos se acercaron y estuvieron muy cariñosos. Moncho nos regaló un pin que desde aquel día llevo a todos los encuentros».

De esa etapa son los primeros recuerdos baloncestísticos de Lucía, la pequeña de la familia, que ahora tiene 11 años. Y de esa campaña es también una de las vivencias que guarda su hermano Carlos (14 años) con más cariño. Convenció a la madre para ir a Burgos, al partido del ascenso. Aquella victoria, la celebración en el Plantío y el viaje en autobús con la afición están muy presentes en su memoria.

Rubén no pudo disfrutar de aquel éxito en primera persona porque su empresa lo trasladó a Panamá, para tomar parte en las obras de ampliación del canal. Y al acabar el curso también cruzaron el Atlántico su esposa y sus hijos. Pero mantuvieron la vinculación con el club.

«Decidimos conservar nuestros abonos y más tarde hacernos accionistas -explica- porque nos pareció que debíamos colaborar con el proyecto. Sabíamos que solo podríamos ver uno o dos partidos por Navidad».

Fue precisamente en las Navidades de 2014 cuando les tocó afrontar otro traslado, esta vez a Qatar. «Los niños y yo nos quedamos en Santiago -explica Marta-. No encontramos colegio allí y optamos por repartirnos».

Entre idas y venidas, estancias y distancias, coinciden en significar que «desde fuera aún le das más valor».

Marta recuerda que, de niña, hasta los cinco años, vivió en Cartagena y, cuando el Oar salía en televisión, el padre la llamaba para que viera al equipo de casa. «Es lo que sentí desde Panamá con el Obra», apunta.

Rubén se queda con dos episodios en Qatar: «Pasaron por televisión el Obradoiro-Real Madrid, en árabe. Ves a tu equipo, al que llamaban Obradoro, y referencias a Fontes do Sar, a Compostela, y te llega muy dentro». De aquella retransmisión se le quedó grabado un 50-55 en el marcador que era algo así como «hamzin hamza hamzin». También recuerda el 104-52 ante el Murcia: «Cuando jugaba el Obradoiro, al levantarme lo primero que hacía era consultar el resultado. Al verlo, pensé que había un error».