Jubilados en el trabajo, activos en la vida

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

xoan a. soler

Han dejado de trabajar, pero su agenda está llena de actividades. Los programas de envejecimiento activo mejoran la salud y permiten crear lazos y nuevas aficiones

16 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Asegura que pasa de la centena, aunque en su carné pone 99 años. Sergio es el primer usuario en acudir cada mañana al Espazo +60 que Afundación tiene en Santiago. Tanto que a veces entra con el director, Álvaro Álvarez Gómez. Es uno más del millar de mayores de 55 años, más de 12.000 en Galicia que acuden a uno de estos centros. Sergio lee el periódico, pero la mayoría, unos 700, realizan actividades de cultura, ocio activo, expresión artística o voluntariado. Y más que podrían ser si las instalaciones no se quedasen realmente pequeñas para la demanda que tiene este local enclavado en el centro de la ciudad.

En colaboración con la USC, Afundación acaba de presentar un estudio que refleja cómo los mayores que están en programas de envejecimiento activo tienen un estado de salud mejor, en aspectos como la cognición, el afecto, las relaciones sociales, la salud objetiva y subjetiva, la participación en actividades de ocio, el uso de TIC o el aprendizaje continuo.

En torno a una mesa se reúnen cinco de estos mayores. De distintas edades y preferencias. Pilar García, con 79 años, la más veterana; Luisa Silvela, con 63, la benjamina del grupo. Todos llegaron a este centro con una intención y acabaron enganchados. Ramón Mosquera, de 77, quería seguir en activo «sobre todo pola memoria». Curiosamente, tanto él como Luisa tenían una espina clavada, que no se sacaron hasta la jubilación, su afición por el arte, en concreto la pintura. Así que ambos se apuntaron a esta actividad, aunque a quien realmente atrapó fue a Luisa, que ya tiene su miniestudio en casa y el año pasado pintó 17 cuadros.

Informática, inglés, uso de las nuevas tecnologías, taichí, pilates, cultura general... Van al centro entre dos y cinco horas a la semana, cada uno en función de sus aficiones y posibilidades. ¿Y qué les aporta este programa? Mucho, y en aspectos muy diversos de la vida. María Currais llegó a Santiago tras 30 años en Venezuela: «Ao chegar sentinme moi fóra de lugar, quería aprender informática e logo xa vin a moitas máis actividades». De eso hace unos 20 años. Ha pasado por cultura general, floristería, gimnasia, nuevas tecnologías... No solo eso, «o tema das relacións sociais inflúe moitísimo», cuenta. «Aquí as persoas ábrenche o corazón, sempre me sentín moi acollida e iso que aquí hai xente moi preparada e eu só estudei a primaria».

En este punto, Álvaro interviene: «Que non se saque mérito, María colabora no programa Fálame da Emigración -en el que los mayores cuentan a los alumnos de secundaria su experiencia en otros países- e é unha das mellores profesoras».

El resto asienten. «Esta é outra etapa da vida, aquí estás con xente doutros estratos sociais, de idades diferentes e que non coñecías, e dáste conta de que cada persoa ten a súa historia, historias de vida», cuenta Chus Cabado, de 65 años, profesora jubilada que admite: «Eu volvía mañá cos nenos». Porque la jubilación no siempre es ese momento esperado. Chus fue una de las que lo pasó mal al principio, y como dice el director del centro, «a xente que se sinte máis descolocada é a que acaba de xubilarse: despois están encantados». Las actividades que fomentan el envejecimiento activo los ayudan en la salud física, en la psicológica y mucho más. «Atopas xente cos mesmos problemas que ti», apunta María. «E pásalo ben, divírteste», añade Luisa, una afirmación que comparten todos.

También combaten un cáncer de la sociedad, explica Chus: «A soidade, a deshumanización; esta é unha forma de estar en forma, psíquica e física, e evitar males maiores como a soidade, a depresión e a vida sedentaria». «E ademais poste guapa, que tamén é moi importante comporse e a imaxe», concluye encantada.

Los centros de mayores también ofrecen servicios como peluquería o servicios jurídicos

Clases de memoria, francés, club de lectura, Google Drive, móviles avanzado, tabletas, para hacer trámites por Internet, crear un blog, teatro, manualidades, historia del arte, taichí, gimnasia, óleo... Desde las nueve y media de la mañana hasta pasadas las ocho de la noche este centro compostelano es un hervidero de gente. Pero no solo hay actividades. Las mujeres son más participativas en este tipo de talleres, pero ellos acuden muchas veces a leer el periódico, a jugar a las cartas, al billar, al dominó. Aprovechan, además, para acudir a la peluquería o al podólogo, y disponen de asesoramiento jurídico y psicológico.

Conferencias, exposiciones, cine, viajes... Chus no olvida todas las actividades a las que pueden acudir y, medio en broma medio en serio, pide más. «A ver se montan xa o grupo de teatro», anima al director.

Compaginando con la familia

Pilar es otras de las jubiladas, también profesora, cuya inquietud la ha llevado a numerosas clases, desde el club de lectura a inglés, pasando incluso por una revista que editaba el centro. Compaginan esta faceta de sus vidas con otras personales. En el caso de Pilar, por ejemplo, cuidar a su nieta. «Ela está antes que ningunha cousa», dice orgullosa.

Y debaten sobre la educación (varios son docentes jubilados), los cambios de metodología, los problemas de la movida nocturna en el ensanche compostelano, la dependencia que crean los móviles (aunque todos tienen) o la emigración. Aportan su trayectoria vital a una charla en la que demuestran que la jubilación es una etapa más para iniciar proyectos y recuperar vocaciones olvidadas.