Una leyenda entre mil

DENÍS E. F.

SANTIAGO CIUDAD

DENIS E. F.

Admitamos que el patrimonio legendario ha funcionado entre aquellos que se preguntan los porqués y los cómos

09 oct 2017 . Actualizado a las 11:50 h.

Cada emplazamiento se asocia con una simbología. Al igual que la Gran Muralla ha representado a China durante miles de años, en Compostela existen lugares de distinta naturaleza que le aportan carácter. En su silencio y en la atemporalidad de su existencia radican las incógnitas de su presencia.

Así también, el ámbito de los ríos, caminos y montes da personalidad a cada lugar. Un ejemplo muy picheleiro, que se encuentra en el vecino concello de Boqueixón, es el Pico Sacro. Al pie de esta montaña de cuarzo, cuya alma blanco nuclear ilumina sus extensos alrededores hasta donde alcanza la vista, transita la que se conoce como ruta de la plata, atravesando las parroquias de Marrozos y O Eixo, en otro tiempo jurisdicción del concello de Conxo. Curioso pináculo orográfico nacido del capricho tectónico que alberga una historia, bueno, una entre miles, pero una en concreto que merece la pena narrar: la maravillosa leyenda de Compostela, que recoge el Códice Calixtino, fuente de nuestra identidad.

Al llegar con los restos de Santiago el Mayor, en una barca de piedra, al puerto de Iria Flavia, sus discípulos Teodoro y Atanasio pidieron ayuda a la reina pagana Lupa para darle sepultura. Fueron enviados al Pico Sacro -que por entonces se llamaba Ilicino, monte de las encinas- a por una yunta para transportar el sarcófago del apóstol. Su sorpresa debió de ser supina porque lo que encontraron primero fue un dragón sanguinario, al cual dieron muerte, y posteriormente unos toros bravos que lograron amansar. La impresión de Lupa fue tal que se convirtió al cristianismo al instante. Acto seguido, Teodoro y Atanasio colocaron el cadáver de Jacobo en un carro tirado por los, ya mansos, bueyes. Sin guía, las bestias se dirigieron hacia un campo llamado Arcis Marmoricis, en el bosque de Libredón, donde se encontraba el sepulcro que la reina había mandado edificar para sí misma. Allí, en el paraje que hoy conocemos como Compostela, descansa Santiago, apóstol predicador.

Las tierras gallegas han recreado su historia a partir de una imaginería curiosa y fantástica, que a partir de hechos reales se fue transformando en una novela de gran extensión en la que se aúnan culturas ancestrales muy diferentes que han dado como resultado una identidad única. Aun rechazando la barca de piedra, el dragón y los bueyes, admitamos que el patrimonio legendario e iconográfico transmitido a lo largo de dos mil años ha funcionado entre aquellos que se preguntan los porqués y los cómos. Quiero pensar que hoy buscamos más en nuestro interior la riqueza existencial. Imaginar es regenerar meticulosamente la fantasía de los sueños más huidizos, aunque a veces supone afrontar mil pesadillas o un desastre real; pues, si somos lo que creemos, nada mejor que partir de una idea soñada o de una sensación encontrada.