«En la universidad vivíamos ocho en un piso y venía a cantar Voces Ceibes»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

«Mi formación integral se la debo a Luis Concheiro y a lo que confió en mí»

22 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nació en Lugo, pero admite que la vaca es de donde pace. Y Manuel López-Rivadulla lleva paciendo cincuenta años en Santiago, en donde recaló con 16. Le gustaba Química, y en aquellos años, dice, «entrabas en la carrera que querías». Llegó en una época emocionante, en el curso 66-67, y aunque su mayor implicación en los movimientos universitarios llegaría con su etapa de posgrado, asegura que eran unos años muy interesantes. Tras residir un curso en un colegio mayor religioso se fue a un piso, con otros siete amigos, «vivíamos ocho, era un piso muy grande y venía Voces Ceibes a cantar», recuerda. Entre sus compañeros, el que fue fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido, «pero nos portábamos bien, no teníamos problemas con los vecinos y pagábamos religiosamente», aclara.

No siguió la tradicional trayectoria universitaria. De hecho, aunque tuvo oportunidades de quedarse en la facultad, se marchó a Valencia a hacer un máster de tecnología de los alimentos, ya que era un aspecto formativo en el que no se incidía en la carrera. Pero quién le iba a decir que Francisco López Capón, uno de sus profesores del máster, le iba a pedir que volviese a Galicia, a la facultad, aconsejándole hacer un tesis sobre el mercurio con Francisco Bermejo. Y López-Rivadulla, que había abandonado la carrera académica para introducirse en la vida empresarial, volvió a la universidad. Antes aún estuvo un par de meses en la fábrica Calvo, «sin exagerar, cuando terminé el máster tenía diez cartas ofreciéndome trabajo en empresas de alimentación», explica, «me fichó Calvo, estuve dos meses y vi que no era lo mío».

Su destino, no obstante, estaba claro que no era la Facultad de Química. Hizo la tesis durante tres años, que recuerda como una de las mejores etapas, «me metí en toda la vorágine universitaria, en el movimiento de los profesores no numerarios, reivindicaciones...», y un buen día Luis Concheiro, para preparar su cátedra de medicina legal, apareció por el centro para aprender cómo se hacía la técnica de determinación de arsénico, «conectamos muy bien y cuando puso en marcha la cátedra me ofreció la parte de toxicología forense».

Dice Rivadulla que, si bien se formó en la Facultade de Químicas, de Ciencias en aquel momento, «mi formación integral se la debo a Luis Concheiro y a todo lo que confió en mí, me llevó siendo químico a una facultad de la élite compostelana y tengo que decir que fui bien recibido por todos». Fue el primer no titulado médico que impartió clases allí. Y para formarse en toxicología se fue nada menos que al laboratorio de la policía metropolitana de Scotland Yard, en Londres. «Parte de lo que allí aprendí y descubrí pude trasladarlo aquí con la ayuda de Luis». Poco después, relata López-Rivadulla, llegaría al despacho de Concheiro un joven investigador que había estudiado Medicina pero al que no le gustaba la clínica. «Me llamó Luis, lo entrevistamos y, esto es algo que cuenta el propio Concheiro, cuando me preguntó por él le dije, fíchalo, ni lo dudes». Era el prestigioso genetista Ángel Carracedo.

La vida científica de Rivadulla llenaría páginas, su laboratorio es un referente en la detección de drogas en saliva y han colaborado con la DGT para implementar estos mecanismos, pero también ha estado muy presente en la gestión universitaria. Fue vicedecano y vicerrector con Carlos Pajares, «una época complicada, pero la más enriquecedora de mi vida universitaria», concluye.

Nombre. Manuel López-Rivadulla Lamas, nació en Lugo en 1949 y vive en Santiago.

Profesión. Catedrático de Toxicología de la USC. Vicepresidente del Ateneo de Santiago.

Rincón elegido. O Toural, por ser el «meeting point» entre los que vivimos en el Ensanche y trabajamos en la zona histórica.