Pocos relatos informativos generan tanta frustración cierta como el de los presupuestos inversores de las administraciones. Ahora mismo el de las cuentas del Estado. Nos esforzamos por perseguir hasta el último euro de la última partida perdida en el fárrago de los PGE para desgranar la previsión de gasto para el año en curso poniendo, lógicamente, un especial énfasis en la afrenta de las ausencias más señaladas, y lo hacemos a sabiendas de que estas ausencias son la única verdad. Los proyectos sí consignados suelen hilvanar un relato de ficción porque lo único que cuenta es la ejecución de esos presupuestos, su conversión en realidades de infraestructuras y equipamientos históricamente demandados, ejecución que en un elevado porcentaje no va a suceder. El artificio presupuestario tiene en esta ocasión consumados ejemplos en el enlace orbital o la depuradora de O Souto, entre las grandes infraestructuras pendientes, o el nudo de Conxo entre las pequeñas, que por arte de magia aparecen y desaparecen de un año a otro o pierden por el camino plurianual hasta un tercio de su importe. Siendo benévolos, son declaraciones de intenciones que se quedan en el tintero o, más atinadamente, el ninguneo de una ciudad y la bofetada a los vecinos de un barrio, el de Conxo. Feijoo se armará de argumentos poniendo la lupa al nivel de ejecución, deficiente en años anteriores, de las modestas inversiones consignadas por Rajoy para Galicia; Noriega, si consigue elevar el exiguo 29 % de ejecución de su propio presupuesto municipal del 2016. De no lograrlo, sus críticas y sus reivindicaciones en Madrid también serán papel mojado.