Los nuevos inquilinos de Santiago

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

PACO RODRIGUEZ

No son solo los jabalíes; aves marinas como las gaviotas o los cormoranes vinieron para quedarse

02 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya pasean de día por el Campus Vida, donde la semana pasada fueron vistos por un grupo de estudiantes que iban a clase por la mañana. Si los jabalíes se atreven a adentrarse en Santiago a esas horas es porque no temen al hombre. Lo confirma el profesor de Veterinaria de la USC Luis Eusebio Fidalgo, quien sostiene que los jabalíes han venido para quedarse: «Están encantados, tienen comida al lado de casa y aún por encima los alimentan».

Pero no son solo los cerdos silvestres los que se han adaptado a la vida urbana porque mudaron sus costumbres, aunque sobre todo las mudó el hombre. Como indica el presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural, Serafín González Prieto, «las urbanizaciones alcanzan cada vez superficies más amplias; son los hombres los que se han acercado a ellos invadiendo su terreno, no son ellos los que se han acercado al hombre». Tampoco son solo los lobos que, aunque todavía le siguen teniendo respeto al hombre, también se atreven a hacer incursiones por las inmediaciones de las granjas cuando escasea el alimento en el monte. Son también aves de tradición marina que no solo se han mudado de las villas costeras al interior sino que también han modificado sus costumbres alimenticias, y de los peces de agua salada se han pasado a los de agua dulce; del xurelo a la trucha. ¡Si lo sabrán los pescadores del Xallas! Y son además las gaviotas, que llegaron en los 80 cuando descubrieron que había comida gratis y abundante en los vertederos y que se quedaron pese al cierre de dichas instalaciones, y ahora las nuevas generaciones, nacidas ya en las ciudades y de condición urbanita, buscan comida en los contenedores de basura o se atreven a picotear de las tapas de quienes tranquilamente se toman un vino o un café en una terraza. Algunos todavía se acuerdan del susto al comprobar qué grande puede ser una gaviota cuando su pico está cerca.

Lo de las gaviotas tiene fácil explicación; más difícil es averiguar la razón por la que los cormoranes han cambiado la costa por el interior, y el mar por los ríos; sobre todo teniendo en cuenta que no hay constancia de que lo hiciesen hace tiempo, cuando las truchas abundaban en los cauces gallegos. Es un fenómeno reciente, y como indica el profesor Fidalgo, no ocurre solo en la comunidad, donde los ríos están más cerca del mar. «También los hay en León, donde están volviendo locos a los pescadores». Hay muchas teorías que hablan de la contaminación o del cambio climático, pero al profesor no le convence ninguna. «Quizás simplemente hayan huido de la presión que tienen en la costa y hayan preferido los ríos donde están más tranquilos».

No lo están tanto las sociedades de pesca, que si hace unas décadas que ven mermados los ejemplares de truchas por la contaminación y la sobreexplotación de los ríos, ahora tienen que competir con el cormorán, que se zampa las pocas que quedan. Ni siquiera la capacidad de inventiva de los pescadores, que llegaron a colocar espantapájaros en el río Xallas, logró evitar la proliferación de una colonia que llega a las doscientas aves en los meses de invierno en el entorno del embalse de A Fervenza.

Alimentar gaviotas

Con las gaviotas pasó lo mismo que está pasando ahora con el jabalí, que se le dio de comer. Al principio eran un par de ejemplares que revoloteaban por la ciudad y hacían gracia, así que como antes se hizo también con las palomas, se les echaban miguitas de pan. Ahora, las colonias de estas aves palmípedas están provocando verdaderos problemas de higiene y urbanismo en ciudades como A Coruña y Pontevedra a los que no es ajena Santiago. En localidades catalanas, los jabalíes se asentaron con todas sus consecuencias en zonas urbanas porque los vecinos los alimentaban. En las urbes gallegas podría ocurrir lo mismo.

No se trata de alimentarlos, pero tampoco de atacarlos, porque el hombre llevaría las de perder. Los jabalíes no embisten si no se sienten amenazados. Pero inconscientemente provocan otro problema; los accidentes de tráfico. En Galicia se dan diez al día, así que mejor cada uno en su hábitat; el jabalí y el lobo en el monte, la gaviota y el cormorán en el mar, y el hombre, ya sea en el campo o en la ciudad, procurando no incordiar.