«Invento historias ficticias, aunque sé que la ficción pura es un imposible»

joel gómez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Álvaro Ballesteros

Publica «El hombre que no entendía a las mujeres», su séptimo producto literario

28 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En el 2001, el pediatra Manuel Pombo publicó su primer producto literario, Haikus de los escritores muertos, con prólogo de Darío Villanueva. En diciembre se editó el séptimo, El hombre que no entendía a las mujeres, título que justifica en el prólogo: son 18 relatos donde «el verdadero personaje o, de alguna manera, la protagonista termina siendo la mujer», explica.

Afirma que «si no hubiera sido médico me dedicaría a escribir; con la carrera de periodismo, o como autor literario». Empezó a editar estos trabajos ajenos a la profesión a los 58 años «porque antes no tuve tiempo. Pero siempre escribí. Ya en el colegio el profesor me sacaba a leer las redacciones. Estaba interno, y a través de colegas externos compraba libros; una vez me sorprendieron y me costó un mes de castigo sin jugar en el patio; eran otros tiempos, tan castrantes, que de alguna forma reflejo en este libro de ahora. En la reválida de sexto curso fue famosa mi redacción, y trascendió. La literatura fue quizá una válvula de escape en mi vida».

En este conjunto de narraciones, aunque también incluye alguna poesía «reflejo una época, que no tiene que ver con la vida profesional. Algunas personas que lo han leído tienden a tomar lo escrito al pie de la letra, y es literatura. Además, como utilizo mucho la primera persona, para dar veracidad; y cuido la ambientación, de forma que parece muy real todo y me refiero a marcos y lugares que, si no figura el nombre, se pueden llegar a identificar, incluido Santiago de Compostela [que da título al texto final]; hay quien cree que detrás de estos relatos expreso una verdad. Y no: invento historia ficticias, aunque sé que la ficción pura es un imposible. Soy verídico, pero no real». Esta última frase consta en la dedicatoria inicial: «a todas las mujeres que conocí, que me han enseñado e inspirado tanto, con el permiso de quien compartió conmigo tanta vida, a la que debo lo que soy», indica. «No sé si es un talento, pero a mí la ficción me resulta fácil; si tengo que inventar, invento que da gusto», insiste.

La literatura le ha dado satisfacciones y de sus libros se han ocupado también Luis María Ansón o Alfredo Conde. Y escribe más «siempre en vacaciones, cuando me libero de obligaciones profesionales, porque aún ahora ando escaso de tiempo». Se jubiló del hospital hace tres años. Continúa como docente, y «preparo una conferencia sobre mi experiencia de la endocrinología pediátrica».

El interés le viene ya de familia: «mi bisabuelo era médico, pero mi maestro fue José Peña Guitián. Por la unidad, que empezó en el hospital en 1973, pasaron para formarse más de 50 médicos de 11 países». Publicó una extensa obra médica, con manuales de pediatría editados aquí y en el extranjero, y un tratado de endocrinología pediátrica referencia en español, adaptado para cursos en línea, que usan en estos momentos sobre 500 estudiantes. Los últimos años promueve La ruta al mundo de la endocrinología pediátrica, que estuvo en México, Colombia, Santiago, Brasil, y este año Argentina. «La profesión ha sido muy intensa: en Santiago hemos caracterizado un síndrome nuevo; diagnosticamos el primer caso de alguna dolencia en España, y de los primeros en el mundo de otros», recuerda. Sin olvidarla, ahora trabaja en otros proyectos literarios «y en un libro de memorias, de casi mil páginas, que dudo ver en vida».

El médico. Manuel Pombo fue jefe de Endocrinología Pediátrica del CHUS, donde se jubiló hace tres años. Continúa como docente en Medicina.

El escritor. Desde el 2001 publicó siete libros de literatura. El último, editado por el sello compostelano Ézaro, en diciembre.