El terrorismo busca infundir terror. Sembrar el miedo en nosotros. Paralizarnos. Somos su objetivo. Todos. Unos mueren para que los demás teman. Y es así como los bárbaros nos convierten a todos en soldados de la paz. En luchadores de la libertad de seguir viviendo como hemos vivido siempre. En combatientes que solo se movilizan para vivir como queremos vivir. Sin miedo. Como Niza, como Nueva York, París, Madrid, Londres o Estambul, Santiago es también un símbolo de la cultura occidental. Una ciudad santa de la cristiandad y un icono de la Europa unida que se construyó peregrinando por el Camino. No nos engañemos, los yihadistas que matan aquí y allá, porque sus mayores matanzas las sufren países musulmanes, sin duda nos consideran un objetivo de su loca campaña de muerte. Podemos sucumbir al miedo, que es lo que ellos quieren, o podemos seguir siendo nosotros. Tomar todas las precauciones sí, como ya las toman la Policía Nacional, la Guardia Civil y los servicios de información, pero volver a llenar las calles de Compostela ahora que empiezan las fiestas del Apóstol. A disfrutar con los conciertos, con todas las actividades programadas y con los clásicos fuegos artificiales en la plaza del Obradoiro. Es conveniente recordar que todos estamos aquí de paso, que ver el sol nacer no garantiza estar presente en su ocaso y que ninguna sensación de seguridad nos inmuniza ante un diagnóstico tan fatal como sorpresivo tras una visita tonta al médico o de un impensable y cruel accidente. Ya sea en una playa, en una carretera o en una curva fatal como la de Angrois. Feliz Apóstol y que viva Santiago.