«Seguimos sufriendo en silencio, no podemos recuperar la vida de antes»

Sara p. seijo, S.L. SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Raquel cacabelos

El refugiado sirio y estudiante de Medicina en la USC huyó de su país amenazado de muerte por trabajar en un hospital de campaña

07 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene 28 años, pero pisó territorio español con 25. Su nombre es Kamal Aldalati, anestesista en Siria y ahora refugiado en Santiago, donde estudia Medicina en la USC. «Se han superado muchas barreras», dice, en cuanto al racismo e integración, pero todavía hay otras bloqueadas. Se siente afortunado, tiene «una vida normal de nuevo», pero su familia no ha tenido el miso fado. Kamal representa una realidad que comenzó en 2011, cuando estalló en Siria el levantamiento contra el régimen de Al Asad. Por ese motivo, ayer participó en la mesa redonda que inauguraba la exposición Somos Migrantes, una colección de 25 fotografías que retratan las principales fronteras mundiales. Kamal fue la voz de las que traspasan los sirios.

-Estaba amenazado de muerte.

-Trabajaba en un hospital de campaña donde ayudábamos a los civiles heridos. Pero entre los voluntarios había una enfermera espía del gobierno que nos delató en una lista negra. En un control mataron con nueve tiros a un taxista que se llamaba igual que yo y al que acusaban de atender a los heridos. Se habían confundido de Kamal, pero entonces supe que tenía que huir.

-¿Se siente a salvo ahora en Compostela?

-Segurísimo.

-¿Es posible pasar página?

-Tengo amigos que, como yo, ya han superado la situación, pero seguimos sufriendo en silencio. No puedes recuperar la vida que tenías antes. Para mejorar necesitamos que nos den una oportunidad y que la gente no se tape los ojos para poder ayudar a los que salen de Siria.

-¿Mantiene contacto con su familia?

-Está divida en varios territorios. Mi padre y algunos hermanos están en Siria, pero no en mi ciudad porque fue destruida. Se deslazaron a unas casas de verano ubicadas en un barrio controlado por el gobierno. Pero con mi padre solo hablo cuando tiene cobertura o electricidad, o cuando les dejan. Sin embargo, mi madre y mi hermana menor llegaron hace poco a Alemania.

-Tiene muchos proyectos ahora. Ha aprendido español, retomó sus estudios en Medicina...

-Rehacer mi vida me ayuda tanto a mí como a las personas que esperan que les ayude. Uno de ellos es mi padre, que ya tiene una edad y no va a migrar a otro país. Mi familia quiere que estudie y ahora mismo veo un futuro brillante, porque esto es lo que hacía en Siria y he podido recuperar ese pedazo de mi vida. Sigo siendo en parte el mismo Kamal, aunque en Santiago.

-¿Están en contacto los refugiados de la ciudad?

-La mayoría sí. Quedamos para hablar y recordar nuestro país. Incluso organizamos una fiesta por el Ramadán.

-No todos han tenido su suerte. ¿Cómo valora el trato que reciben de Europa?

-Es distinto el de la gente que el de la Unión Europea. Los gobiernos no actúan como deberían porque cierran las puertas cuando hay muchas personas que necesitan entrar en Europa. Los que llegan dependen de la ayuda de los países, pero no todos ofrecen oportunidades. Yo estuve en un centro de acogida y allí empecé a aprender español por mi cuenta, así que sé las dificultades que van a tener los que lleguen, como el choque cultural o la integración. Por suerte la gente ahora dispone de mucha información, saben lo que ocurre en mi país e intentan ayudar. Aquí la gente es amable conmigo, tengo amigos y mis profesores entienden mis dificultades. La sociedad comprende perfectamente lo que pasa.