«A cabeciña xa non dá para máis»

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

La mayoría estudia ocho horas diarias; algunos llegan a diez y otros lo hacen toda la noche.
La mayoría estudia ocho horas diarias; algunos llegan a diez y otros lo hacen toda la noche. á. ballesteros

Los estudiantes de la USC afrontan un maratón de quince días plagado de exámenes

17 may 2016 . Actualizado a las 15:19 h.

Adictos a la cafeína y al Red Bull. Lo admiten buena parte de los estudiantes de la USC que desde ayer y hasta final de mes se enfrentan a los exámenes del segundo semestre. Como mínimo, cinco por cabeza, a los que se suman los que quedan pendientes de cursos anteriores y los trabajos que todavía hay que entregar. Al peso. Y cuando finalicen, empieza, sin respiro ni consideración, la repesca de junio. Más de un mes en el que las letras bailan ante los ojos, y por la noche, en lugar de ovejas, se cuentan folios. Esa fue siempre la realidad del estudiante, pero más que nunca desde que llegó el cuestionado plan Bolonia.

En la puerta de Filosofía dormitan un rato al sol un grupo de alumnos que acaban de salir de un examen de Filosofía da Linguaxe. Es una materia que obliga a hincar los codos, pero los alumnos estuvieron entretenidos hasta anteayer con los muchos trabajos que tienen que presentar. «Hai cousas do plan Bolonia que non teñen moito sentido -opina Jonatan-. Está ben a parte práctica, pero non pode ser que esteas con traballos todo o curso e que cheguen os exames e aínda haxa que presentar máis traballos». Él estudia una media de ocho horas diarias, pero algunos compañeros suyos aseguran que llegan a las diez. «A cabeciña xa non dá para máis».

Tienen sus trucos. El más socorrido es el café. «Yo ya soy una adicta -admite Iris, de Historia del Arte-. Tienes que estar todo el día despierto y no hay otra manera». Aunque cada uno se apaña como puede. «Yo me levanto a las cinco de la mañana, me tomo un Red Bull en ayunas, estudio y me voy al examen», subraya Laura, también de Filosofía, quien reconoce que se suele atiborrar con los exámenes así, en sesiones maratonianas pocas horas antes de «vomitarlo» todo en la prueba escrita.

Los estudiantes critican el calendario de exámenes, la obligatoriedad de la asistencia a clase, las horas muertas, la falta de motivación no solo de los alumnos sino también de los profesores... «Me matriculé este curso de Historia del Arte porque el año pasado hice Clásicas y todavía era peor -se queja Iris-, los profesores te decían que no pintabas nada allí, y con esos ánimos...»

Claro, que a todo hay quien gane. Que se lo digan a Maribel, que llega de la Universidad de Málaga. «Allí todavía es peor, porque no hay parciales y te lo juegas todo en los finales».

Y en Matemáticas hay alumnos con algunas pendientes del año pasado a los que les esperan tres exámenes finales en solo 72 horas, a uno por día. Y eso sin contar los que quedan para la repesca, que se alargará hasta mediados de julio, con las temperaturas recalentando las neuronas. Con ese panorama, no es de extrañar que algunos necesiten alas.

«Me levanto a las cinco de la mañana, me tomo un Red Bull en ayunas, estudio y me voy al examen»

Laura