Muere en Fonseca uno de los árboles más valiosos de Galicia

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

En la imagen, la pareja de ginkgos de Fonseca; la hembra, a la derecha, se cortará.
En la imagen, la pareja de ginkgos de Fonseca; la hembra, a la derecha, se cortará. álvaro ballesteros< / span>

La hembra de la pareja de ginkgo biloba plantada en el último tercio del XIX es un resquicio del primer jardín botánico de la Universidade

09 nov 2015 . Actualizado a las 08:07 h.

Cada otoño-invierno, los fotógrafos de La Voz siguen la evolución de la caída del follaje de los dos ejemplares ginkgo biloba plantados en Fonseca. El manto amarillo que cubre el césped del pequeño jardín universitario, a la altura de Correos, siempre ofrece fotografías espléndidas. Pero Álvaro Ballesteros notó algo extraño en este caluroso otoño. El ginkgo más alto, la hembra, no tiene hojas. Está pelado, escuálido y con un tono de madera que nada tiene que ver con el de su pareja, el macho que lo acompaña desde hace más de 130 años, cuando se plantaron en lo que fue el primer jardín botánico de la Universidade de Santiago.

El diagnóstico de los jardineros es más duro que su aspecto. Está muerto. Un hongo, probablemente el armillaria mellea, ha acabado con todo un ejemplar incluido en el Catálogo Galego de Árbores Senlleiras elaborado por la Xunta. En toda la comunidad solo entraron en esta exclusiva lista 177, y en Santiago se cuentan seis, los dos ginkgo biloba entre ellos. Tras muchos intentos por parte de los expertos de revitalizarlo, solo queda tramitar su baja de este censo e iniciar la complicada y penosa logística de retirar un lucido ejemplar de 27 metros (el macho se quedó en 21).

La noticia entristece a Jesús Izco Sevillano, catedrático de Botánica de la Universidade de Santiago, ya jubilado. Los conoce bien y sabe de su valor. De hecho, a finales de los 90 convenció al rector Darío Villanueva de la necesidad de colocar una placa a sus pies para poner la lupa sobre esta valiosa pareja del patrimonio natural gallego. «Sí, son probablemente los más antiguos de Galicia», confirma el especialista, quien destaca que en la actualidad ya es más frecuente verlos en la jardinería pública o privada, pero en cualquier caso se trata de «toda una rareza». De origen chino, «se le llama también el árbol de los 40 escudos, que es lo que costaba, una fortuna». Su singularidad reside en que, a pesar de tener miles de años, es una especie «aislada de la evolución», comenta Izco. Un verdadero fósil viviente sin parientes botánicos que hayan resistido. Es la especie superior viva más antigua del planeta, de ahí que los estudiosos se centrasen en su investigación desde el siglo XVII. En España, estos dos de Santiago compiten en longevidad con otro plantado en el jardín botánico de la Universidad de Granada en 1889.

En Compostela no son capaces de afinar con el año exacto, pero por ejemplo la web monumentaltree.com habla de 138 años. También los incluye en su catálogo digital como ejemplares valiosos, con historia y, como todos los de este género, con propiedades curativas, sobre todo relativas a las dolencias cardíacas.

«Siempre se vinculó a la jardinería y no se descubrieron silvestres hasta después de la II Guerra Mundial, pero ahora son más comunes», matiza el profesor Izco, quien pone como ejemplo otros dos, macho y hembra, que están en los extremos del estanque del Campus Vida. Pero hay alguno más, en la Alameda, junto al estanque del Auditorio o en el colegio mayor Gelmírez. Ninguno como los de Fonseca.

«Ahora es más frecuente en la jardinería pública, pero a nivel botánico es toda una rareza»

Jesús Izco Sevillano