Cuatro años en la finca pública del Concello santiagués

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

14 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Día D. Santiago da un vuelco a su historia democrática al obtener, por primera vez, la alcaldía una formación ajena al bipartidismo. Y además de unidad popular. Y además recién constituida. Y además con mayoría de votos. Una marea interior sin los aires salobres de Ferrol y A Coruña, pero con una alianza rebelde que recuerda a la de Star Wars, capaz de disolver piedras como las chinas de la capitalidad.

Todo apunta a que el llanero solitario en la defensa del localismo a ultranza va a ser Abel Caballero, aunque eso tiene que decirlo el discurso de los acontecimientos, porque seguirán volando aviones y agrandándose los campus. Y las mareas gobiernan ciudades propias, con encuentros pero con intereses encontrados.

No obstante, parece intempestivo empezar la crónica de un mandato con dolores de muelas, cuando decenas de miles de personas votaron un cambio que hoy comienza a plasmarse envuelto en la ilusión. Y no en ilusión óptica, como todavía parecen creer algunos hasta que vean hoy configurado el mapa municipal.

Martiño Noriega, ese hombre alto, espigado y con gorra, es el alcalde de Santiago que, se supone, girará visitas de cortesía a los mandatarios con los que habrá de sentarse como jerarca del Concello capitalino. Entre ellos, Núñez Feijoo, si le da tiempo.

Colocar el acento en las relaciones institucionales no es más que el aviso de que la investidura de hoy representa la frontera entre la etapa electoral, plagada de consignas y berrinches electorales, y la administrativa, inserta en la leal colaboración institucional. Compostela Aberta rival es hoy Compostela Aberta autoridad. Puede haber equivocaciones con el rol, porque errar es humano, pero lo ideal sería no frecuentar mucho la sección de fe de erratas.

Ciudadanos

Hay grandes proyectos de la ciudad en juego, materiales e inmateriales, y sobre todo una realidad sangrante pululando por los bajos fondos de la pobreza y la exclusión. Los nuevos gobernantes no aparentan permanecer insensibles al llanto de la realidad social y en su programa hay mucha tinta derramada sobre recetas para la subciudadanía.

En la época de Xerardo Estévez la aspiración municipal era la de crear neociudadanos y hoy el reto es crear ciudadanos. Muy lejos de los megaciudadanos que la gente vio sentados en un banquillo e imaginó posados con el cuello pelado oteando unos huesos financieros no menos pelados. De todo hay en las viñas de los señores. Al nuevo gobierno local le corresponde hacer una radiografía lo más exacta posible de la sociedad compostelana para el hilvanado de sus políticas.

Una cosa es obvia: el Concello no es una finca de Compostela Aberta. Hay muchos políticos cuya cerrazón mental y patrimonial les impide entenderlo. Encima carecen de un colchón ético para las debilidades humanas. Quizás Martiño sea el príncipe de las mareas, pero recalcó que no tiene el copyright de Raxoi.

Y parece oportuno empezar por ahí, porque si una formación unitaria y popular certificase la toma de posesión de un cortijo levantaría muchas decepciones en el respetable. PP, PSOE y BNG pueden contribuir como remeros, no como galeotes, a navegar en más de un tramo de esta travesía cuatrienal.

En todo caso, lo que hoy empieza es una continuidad en la construcción de Santiago con maneras muy diferentes a las del trazado que acaba hoy. Y una de esas maneras es deslindar lo religioso de lo institucional. La polémica anida en este asunto pero CA cree que su programa, ganador, es el que va a misa. El programa, no los mandatarios. Otros irían al templo. Pero actúa con lógica el gobierno entrante, como se sugería en la pasada crónica, al advertirle al Rey de que no delegue el papel de oferente en Noriega. Ni siquiera para pronunciar la ofrenda en el Obradoiro.

Tras lo de hoy, vienen los pactos. «Quién va a querer pactar con nosotros», le decía un edil popular a este cronista tras el resultado del 24-M. Es el sentimiento trágico de la vida. Noriega encomió el elegante papel de Hernández en el traspaso de poderes. Con su actitud, el hoy exalcalde ofrece una eximia imagen del PP que muchos otros pringan.