Guth, el nuevo Higgs de la física

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

Si se confirma el hallazgo del primer eco del universo, el estadounidense será el máximo candidato al Nobel por su teoría expuesta hace 33 años

19 mar 2014 . Actualizado a las 17:33 h.

Cuentan que cuando el físico Alan Guth miró en el 2012 su cuenta corriente, en la que pensaba que solo tenía 200 dólares, se encontró con una cifra astronómica de 3.188.000 dólares. Lo primero que le asaltó fue la preocupación. No sabía que había podido ocurrir y fue a preguntar al banco. «No se enfade señor Guth -le explicaron- los doce dólares se los hemos tenido que retirar por la transferencia». Dicen que de tan despistado y ensimismado que es desconocía que los tres millones se correspondían al ingreso por el Premio de Física Fundamental convocado por el millonario ruso Yuri Melner. La misma cantidad fue a parar a la cuenta de su colega Andrei Linde. Ambos tendrán que estar atentos a sus transferencias, porque lo más probable es que les acaben ingresando el dinero del Premio Nobel de Física, una cantidad mucho más pequeña, pero un galardón mucho más prestigioso.

Si, como parece, el experimento europeo Max Planck acaba confirmando dentro de unos meses las ondas gravitacionales primordiales, el primer temblor expansivo del universo, que confirman la teoría de la inflación cósmica propuesta primero por Guth y luego respaldada por Linde, el Nobel será suyo. En la lista probablemente haya un tercero, pero los dos se han ganado el mérito de ser los primeros en postular que el cosmos experimentó una expansión exponencial, ultrarrápida, justo en la primera fracción de segundo de su existencia. Ese primer eco del big bang fue detectado, con una gran fiabilidad, por el telescopio Bicep2 que el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian gestiona en el Polo Norte. Es, de confirmarse, uno de los mayores hallazgos de la física de los últimos años.

Una locura de propuesta

La propuesta de Guth y Linde parecía, cuando el primero la esbozó en 1979 y la presentó en 1981, un tanto descabellada. Quizás como cuando Peter Higgs planteó la existencia del bosón que lleva su nombre, la partícula divina que acabó demostrándose 40 años después. Y el pasado año recibió el Nobel.

La teoría del big bang sobre el inicio y la expansión del Universo, más que demostrada en otros aspectos, flaqueaba a la hora de explicar por qué el cosmos mantenía una temperatura y una densidad semejante en cualquiera de sus puntos y por qué el espacio profundo se ve igual en cualquier lado del cielo. Era imposible que pudiera ocurrir. Salvo que la expansión se realizara en un único instante, de forma ultrarrápida, lo que propiciaría esa uniformidad. Eso fue lo que predice la inflación cósmica y lo que, si no hay fallos, podrá verse confirmado.

«Era imposible que dos puntos del cielo estuvieran en contacto, con lo cual tampoco podían ponerse de acuerdo para tener la misma temperatura. Es imposible sin la inflación, que indica que el universo se expandió de forma muy rápida a partir de un momento en el que todas las partes estaban en contacto», explica el cosmólogo gallego José Juan Blanco Pillado, que ahora trabaja en la Universidad del País Vasco y que colaboró en tres artículos con Linde y que también conoce a Guth de su estancia de más de siete años en la Universidad Tufts de Boston. «En los años 80 -apunta- su teoría era una más. Era bonita, pero un poco loca, aunque el tiempo les ha dado la razón y se han ido cumpliendo todas sus predicciones».

Enrique Zas, catedrático de Física de Partículas de la USC, también era escéptico. «La inflación cósmica -dice- siempre me había chirriado en la teoría del big bang. Era como decir: ¿cómo explico lo que no encaja?, pues inflando todo el universo en una expansión mucho más rápida y acelerada. Me pareció un poco forzado». Ahora ya se lo cree, porque la teoría predecía que la inflación cósmica tenía que estar asociada a una onda gravitatoria, lo que que ahora se ha detectado. «Es probable que les den el Nobel», apunta.