La mayoría de los locales culturales evitan dar cifras sobre los visitantes
17 ago 2012 . Actualizado a las 17:50 h.«Solo hemos pagado 2 euros los adultos, por ser familia numerosa, el museo nos ha gustado»
Familia Arenas
«Me parece una forma interesante de conocer Santiago y la arquitectura de la catedral»
Víctor Rosas
«Es una obra imponente, pero estos edificios no obtienen beneficios a corto plazo»
Renata Palhares
«La exposición me resultó interesante pero me ha sabido a poco, se agradece que sea gratuito»
Laia Adsuara
O el arte no interesa en Compostela o los encargados de gestionar los museos de la ciudad necesitan un metrónomo para conseguir que el ritmo de la oferta de estos espacios culturales se ajuste al de la demanda del ciudadano que pasea por las calles de Santiago.
Las manidas excusas del clima, de la falta de tiempo y del precio no sirven ya para escudar tras ellas las irrisorias cifras de visitantes que se anotan en los registros de los principales museos de la ciudad. Da igual que llueva o haga sol, es indiferente que uno esté de vacaciones, ocupado o en el paro e incluso que el museo sea de pago o gratuito. Simplemente, lo que hay para ver no convence.
La sensación que invade al visitante al entrar en los museos de la ciudad, ya sea en el CGAC, en el Museo do Pobo Galego, en el de la Casa do Cabildo, en el Museo das Peregrinacións o en el Gaiás, es la de una muerte lenta por pena y por soledad. Entre las paredes de estos recintos apenas pululan una media de diez o doce almas en lo que se supone habría de ser la hora punta de la inquietud artística, una escena que refleja que la salud de estas entidades no es tan buena como pretenden vender y que viene a confirmar que los turistas vienen, pero menos, y los que llegan a la ciudad no consumen tanto como antaño. Un buen ejemplo son los números aportados por el Museo das Peregrinacións, que en 23 días que lleva abierto en su nueva ubicación ha captado la atención de 12.200 personas, cifra similar a la de peregrinos que han llegado en la ciudad en solo seis días.
Las opiniones que más se repiten entre los que sí acuden a las exposiciones hacen mención a la saturación de la temática peregrina, a la carencia de contenidos, a la desinformación, mala promoción y peor gestión de estos espacios. Los recortes se notan. El visitante se marcha con una sensación de frustración interna sobre lo que pudo haber sido pero no llegó a ser.
Y es que a veces, no llega con las buenas intenciones. No basta con colgar cuadros en las paredes, proyectar imágenes en pantallas o informar mediante letreros. Al arte hay que mimarlo, animarlo y alimentarlo cada día para evitar que languidezca, coja polvo y lo que es peor, que muera en el olvido.