Conxo reparte a sus muertos entre el barrio y Boisaca

x.m.c. santiago / la voz

SANTIAGO CIUDAD

Una señora apostada en la puerta cobra seis euros a los visitantes para sufragar la conservación del cementerio

02 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El cementerio de Conxo, adosado al monasterio de Santa María, es el único camposanto que sobrevive en la periferia urbana de Santiago. Pero ahí solo pueden enterrarse los que tienen sepulturas en propiedad. Es decir, los nombres legibles en las lápidas son de familias tradicionales de la parroquia. Una parroquia que trasciende Conxo para anexar O Castiñeiriño, Camiño Novo, Vidán y Porto.

Son centenares de tumbas las que se asientan en el camposanto y que apenas dejan resquicios para el caminante. Hace unos años quisieron trasladar los bártulos fúnebres a Boisaca pero prevaleció la continuidad de la necrópolis parroquial. Eso sí, sin nuevas sepulturas. Claro está, las familias dispersan sus últimas moradas entre Conxo y Boisaca. «Eu teño familiares arriba e abaixo. Aquí en Conxo teño ós meus pais e abós, e arriba a outros familiares», cuenta María Elena. Son muchos los vecinos que, como ella, reparten el Día de Todos los Santos entre el barrio y la gran necrópolis.

Alguien tiene que cuidar el cementerio, y el cura ha encontrado un original sistema de mantenimiento. Una vecina, Aurora, se ocupa de la labor y ella misma se autofinancia. Coloca un puesto a la entrada del cementerio y le cobra seis euros a los propietarios. «Hoxe ven moita xente e é bo día para poñer o escritorio», dice Aurora. El «escritorio» descansa sobre unas tablas elevadas cubiertas por una señal de «Prohibido aparcar por obras» y un suplemento de ExtraVoz.

¿Y cuándo viene a cuidar esto, Aurora? «Cando teño tempo. Teño as miñas leiras para atender». No controla a todos los propietarios de tumbas y hay quien se escaquea, pero los veteranos conocen su papel y pagan religiosamente. «Houbo xente que pensou que eran rifas e preguntoume que se sorteaba», se ríe.

El cementerio no es espacioso, pero está de buen ver. Mérito también de Aurora. «Espero que lo conserven, al menos lo que hay», pide José Manuel Franco Rodríguez, que reside fuera de Santiago desde los nueve años y ha venido a estar con sus abuelos, padres y hermana, repartidos en dos nichos. «Toda mi familia es de aquí, pero ya no me queda nadie. Me quedaban unos primos carnales, pero están en aquel nicho de allí», dice.

Númerus clausus

Poco a poco los ramos van cubriendo el camposanto ¿Algún famoso por aquí? «Están os Daporta, que máis quere», le responde una señora al redactor. ¿Y los Pasín? «En Boisaca, polo menos case todos».

Junto a Conxo y Boisaca, en el casco urbano de la ciudad hay dos cementerios que cierran todo el año y abren en contadas excepciones. San Domingos es uno de ellos. Más de doscientas familias de la ciudad, con varias generaciones en cada nicho, reposan en la pequeña necrópolis. Son los cofrades del Rosario.

«Esto viene del siglo XVI. Antes había un númerus clausus de 120 cofrades, hoy son 150», indica Ángeles, una profesora que ha venido a visitar con su marido a sus difuntos. «Aquí moran familias de raigambre y conocidas de Santiago», resalta. ¿Y no temen que el espacio un día se cierre? «Esperemos que no».

María Añón, de 92 años, ora de tumba en tumba: «Non teño familiares, pero sí amigos, como a señora de Evaristo Nogueira. Eu rézolle algo a todos».

En el cementerio de San Francisco el ruido es mínimo. Ya no se entierran cofrades de la Orden Terciaria. Y el último fraile lo inhumaron en el 2008. Entre los escasos visitantes está Margarita García: «Aquí yace mi abuelo, que es terciario».

crónica día de todos los santos en los camposantos urbanos