Francisco Lampón: «Tener un hijo cura no es ninguna desgracia, sino todo lo contrario»

Uxía López Rodríguez
Uxía lópez DODRO / LA VOZ

ROIS

Merce Ares

El párroco de Dodro, San Xulián de Laíño, San Mamede de Rois y Oín es de los más jóvenes del clero gallego

07 dic 2018 . Actualizado a las 23:09 h.

A sus 28 años, Francisco Lampón Curra (San Miguel de Costa, Rois, 1990) es de los curas más jóvenes de la Diócesis de Santiago y, posiblemente, del clero gallego. Se ordenó como sacerdote el primer día de julio y el último domingo de septiembre tomó posesión de su cargo en las parroquias de Santa María de Dodro, San Xulián de Laíño y San Mamede de Rois, a las que se acaba de sumar Santa María de Oín.

La vocación se le manifestó desde pequeño, cuenta, y en ello tuvieron que ver varios factores, entre los que menciona la familia en primer lugar. Un tío cura, ya fallecido, le «marcó», además de otras personas que fue encontrando a lo largo de su etapa como estudiante, personas que «me ayudaron a madurar esa vocación», explica.

Nació en el municipio de Rois pero, desde niño, se fue a estudiar a un colegio a Ames, donde cursó todos los niveles antes de ingresar en el Seminario Mayor de Santiago, donde estudió siete años. Fue monaguillo de la catedral compostelana durante unos diez años y, ya en el seminario, fue el secretario del obispo auxiliar durante tres, lo que le permitió «conocer la realidad de la Iglesia y de la Diócesis de Santiago». Esa realidad pasa, afirma, por ser una diócesis «muy grande» y «con un clero muy mayor».

A este respecto, Francisco Lampón es claro y directo: «Los curas no se fabrican en los seminarios; se forjan en las familias cristianas». La falta de vocaciones es un tema, añade, que «tiene que preocuparnos a todos los cristianos» y en el que hay que «involucrar a las familias».

Estas deben saber, dice el párroco de Dodro, que «tener un hijo cura no es una desgracia, sino todo lo contrario». Hijo único, cuenta que sin el apoyo de su familia no llegaría a ser cura. «Nunca sentí el rechazo por querer serlo; mis padres siempre buscaron mi felicidad y, aunque en principio quizás pensaran en otro futuro para mí, nunca se opusieron a mi vocación», revela. Esa familia la tiene cerca de donde reside actualmente, en la casa rectoral de Dodro, y es un apoyo. «Y cuando uno está empezando, es doblemente un apoyo», remarca.

Lampón Curra ya está «plenamente asentado» en las parroquias de su competencia. Se declara «muy contento» y se ve que también ilusionado. Estos dos meses le han valido para saber que la ocupación de cura es «a tiempo completo», que tiene que estar siempre disponible aunque «no me lo tomo como un trabajo». «Es una vocación y disfruto haciendo lo que hago», algo que, asegura, también «perciben los vecinos». Su lema es «gastarse y desgastarse por el servicio a los demás».

Agentes pastorales

Con cuatro parroquias a su cargo, dice que «no paro», quizás porque dos de ellas, Santa María de Dodro y San Xulián de Laíño, son más grandes «e implican una mayor dedicación». Rois y Oín también la requieren, aunque «en menor grado», precisa.

Con respecto a las iglesias, Lampón asegura que es un privilegiado porque están bien conservadas y tienen «encanto patrimonial». Cuidar del patrimonio también es parte de su trabajo, pero lo principal es, explica, «cultivar la vocación» y que los feligreses sean partícipes de la vida religiosa, y más con la crisis de vocaciones. Ahí entran en escena, según cuenta, los llamados agentes pastorales, personas que se preparan para ayudar al cura y hasta sustituirlo en determinados actos, como ya sucede en la parroquia de Oín.

Ataviado siempre con indumentaria eclesiástica, y a menudo con sotana, para Francisco Lampón esa es una «manera de dar testimonio» y que recuerda que «no nos avergonzamos de ser cura».