La iglesia de Carcacía, en Padrón, no echa de menos a los vikingos

cristóbal ramírez

PADRÓN

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Desde tramos de la ruta se puede admirar el Ulla y sus famosas "pesqueiras"

27 feb 2021 . Actualizado a las 23:21 h.

Que las medidas se hayan relajado no quiere decir que se haya acabado con el virus. Así que lo más recomendable es ir a respirar aire fresco, sí, pero en lugares desérticos o casi, donde corra el viento. Y, por ejemplo, en vez de meterse en el casco histórico de Padrón, largarse por el municipio adelante. De manera que, a la salida de la autopista, en la primera rotonda ya está señalizado Herbón, y unos cientos de metros más allá pasa lo mismo con la siguiente rotonda.

Allí se coge por la carretera AC-242 y al kilómetro un poco largo, desvío a la derecha por una pista nada ancha y desde luego de firme mejorable. Conduce al convento de San Francisco, con su airoso cruceiro, su fuente tan bonita como curiosa y su fachada en un nivel inferior. La Xunta está llevando a cabo unas oportunas obras de conservación del convento que quedan fuera de la vista del excursionista.

De vuelta a la AC-242 toca subir durante casi kilómetro y medio, cuando la vía se abre en el llamado mirador de Lapido. Advertencia: está dejado de la mano de Dios, las hierbas van camino de convertir aquello en pura selva y la recogida de la basura también entra en la categoría de lo francamente mejorable, amén de que sorprende una inoportuna pintada. Hay que echar la vista al frente y olvidarse de eso para admirar el Ulla allá abajo, formando un cañón, con las famosas pesqueiras para capturar las codiciadas lampreas.

Siempre con la vista recta y no al suelo, los ojos se fijan en el enorme monte que parece echarse encima. Arriba de todo se extiende Castro Valente, una enorme fortificación que, al parecer, siguió teniendo vida al comienzo de la Edad Media. Y que por cierto está increíblemente amenazada por unas instalaciones eólicas que se pretende colocar por allí. Sin comentarios.

La carretera desciende y llega a Carcacía. Ya desde lejos se ve la torre de su imponente iglesia. El desvío a la izquierda no está señalizado, pero tampoco resulta fácil perderse. La llegada impresiona por dos razones: una positiva, ya que tiene una fachada sólida, poderosa, con una hornacina que acoge una representación de San Pedro; otra negativa, porque en la torre continúa una placa rememorando la Guerra Civil y que incumple la legalidad.

Los historiadores aseguran que el origen del edificio de la iglesia de San Pedro hay que buscarlo en el siglo XVI, aunque lo que se ve data del XVIII. La mencionada torre del campanario es sin duda el elemento que más llama la atención, junto con los pináculos, incluido el de bola que está en lo más alto.

Así que, por suerte para los habitantes de Carcacía, la iglesia no estaba en pie cuando pasaron por allí los vikingos rumbo a A Estrada, algo que había sucedido cientos de años antes. Porque de haber coincidido, una obra tan llamativa no se hubiera librado del saqueo. Que a eso venían los hombres del norte, por cierto.