La herencia matemática de los Padrón

Pablo Varela Varela
Pablo Varela OURENSE / LA VOZ

PADRÓN

MIGUEL VILLAR

Ricardo, profesor de la materia en la Laboral de Ourense, ha encontrado un sucesor de su pasión por los números en su hijo Martín, estudiante en As Lagoas

01 feb 2021 . Actualizado a las 18:58 h.

Sentados sobre la misma mesa, cabrían pocas dudas sobre que forman parte de la misma familia. Ricardo y Martín Padrón son padre e hijo, ambos portan gafas y también una sonrisa pilla. Pero su gran vínculo no está únicamente en los genes, sino en los números.

Ricardo, de 55 años, es profesor de Matemáticas en la Universidade Laboral de Ourense desde el año 2013; y Martín, con 14 primaveras, estudia en el IES As Lagoas. Las raíces de la familia se hunden en Ribadavia y, sobre el papel, ambos son la única línea directa de la familia donde se ha transmitido este legado. «Es verdad que hubo una tía de mi padre, María Padrón, que también tuvo mucho interés en esa rama», dice Ricardo. Pero ahora, el foco está puesto en su hijo, un chico despierto que ganó en febrero la fase autonómica previa a la Olimpiada Nacional de Matemáticas. Se iba a celebrar en Almería entre los días 19 y 22 de este mes, pero la aparición del coronavirus frenó la convocatoria. Y por el momento, tampoco hay fechas ni escenarios concretos para retomar el tema, aunque se ha planteado la posibilidad de realizar las pruebas a distancia.

Mientras tanto, Martín sigue a lo suyo. Desde hace tres años acude a Santiago de Compostela al programa Estalmat, patrocinado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y en el que participan 25 niños que acuden 20 sábados cada año para fomentar sus capacidades matemáticas. «Se trata de alimentar un talento en esa faceta que se supone que tú ya tienes», dice Ricardo. En este curso 2019/2020, el programa contempla la realización de 14 talleres, también en Santiago. Y Martín alude a esto para explicar el esfuerzo que supone compaginarlos con sus deberes de la vida diaria.

Pero su historia no se entiende sin un episodio clave en su infancia, porque hasta los genios encuentran obstáculos en su camino. A Martín le ocurría que, en clase, se adormilaba. «Cuando tenía tres años la profesora nos dijo que era tonto, y no le hicimos caso porque sabíamos que tenía problemas de sueño. Al curso siguiente, él comenzó a tener problemas de autoestima, porque se comparaba con su hermana, a la que veía muy lista, y empezó a decir que se veía tonto y que ya no quería ir más al colegio. Ahí fue cuando decidimos hablar con la orientadora de los alumnos. Le hicieron una serie de pruebas y detectaron que tenía alta capacidad matemática. Después de aquello, derivó a Martín al equipo de orientación específico, que examinó el tema y confirmó que mi hijo tenía, en realidad, una alta capacidad matemática», dice Ricardo. Su testimonio, como docente y conocedor de la realidad en las aulas, tiene doble valor si se atiende a que en Navidad logró implicar a su alumnado de primer año de Secundaria en la elaboración de hasta 400 adornos para un Belén poco convencional: dodecaedros y estrellas de punta que fueron realizadas por estudiantes de entre 11 y 12 años. En algunas de ellas tomó partido el propio Ricardo.

El talento en la infancia

El mayor de los Padrón recalca la importancia de dar una atención individual a los estudiante, con énfasis en las edades más tempranas. «Porque cuando eres pequeño, creo que puede llegar a influirte mucho el tipo de profesor que tú tengas. En que, si sabes estar con el alumno, él podrá aprender de todo, porque la curiosidad de un niño es innata», dice.

El motor de Martín sigue siendo precisamente ese. Ya no es un niño, pero se agarró a la disciplina y a sus ganas para exprimir su capacidad. «Si en algún momento veo que no entiendo algo, pido ayuda», dice mirando a su padre. Pero él señala que su gran mérito es intentar sacar las cosas adelante de forma autónoma. «Una de sus virtudes es que es un chico muy autodidacta», sostiene.

Pero otra, por lo que parece, es su calma. Martín habla de manera pausada, como si quisiese formular bien todo lo que va a contar. Pero al mismo tiempo, le gana la partida su naturalidad, siempre alegre, al pensar en su futuro. «Las matemáticas que se encuentran en la universidad son muy diferentes de las que hay en bachillerato. Y eso hace que algunos estudiantes, al llegar a la facultad, se piensen bien si realmente quieren seguir con ello. Yo estoy seguro de que él tomará la decisión acertada», dice Ricardo.