Cuatro generaciones con cáncer de mama

Uxía López Rodríguez
uxía lópez PADRÓN / LA VOZ

PADRÓN

MERCE ARES

Lydia Angueira, su hija Begoña Rial y su sobrina segunda Tamia Tabango hablan abiertamente sobre la enfermedad

16 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta es la historia viva de una familia luchadora como pocas. De mujeres valientes y echadas para adelante, a las que la vida se empeñó en poner en su camino el mismo obstáculo: un cáncer de mama. Tres de esas mujeres, de tres generaciones distintas, cuentan abiertamente su experiencia. Y en ese relato tienen cabida frases como «nadie quiere enfermar de cáncer», pero también «tenerlo no es ningún drama». Como tampoco lo es, añaden, someterse a una mastectomía bilateral (extirpación de las mamas) y en esta familia hay seis personas que lo hicieron, incluidas ellas tres, explica Lydia Angueira, una conocida vecina de Padrón y segunda generación de la estirpe protagonista.

La primera persona con cáncer de mama de la que tienen constancia es una tía paterna, Ramona Angueira, que falleció con 42 años, aunque el padre de Lydia también tuvo cáncer, de pulmón.

La segunda generación son Lydia y sus hermanas Maruja y Pura. A la primera que se lo diagnosticaron fue a Maruja, que era misionera y se operó en Perú con 42 años. A los seis meses, le tocó a su hermana Pura, de 44 años, abuela de una de las tres protagonistas de este relato.

A Maruja le repitió el cáncer, pero en el páncreas, al mismo tiempo que se lo diagnosticaron de mama a Lydia, con 53 años. Y cuando esta última estaba con la segunda sesión de quimioterapia, falleció su hermana Pura, con 48 años. Lydia tiene ahora 64 y recuerda que en cinco años coincidieron tres familiares enfermas: ella, su tía Maruja y su hija Begoña Rial, de 42 años y a la que le detectaron un tumor con 35.

La última diagnosticada, en enero de este año, es Tamia Tabango Cristobo, nieta de Pura y sobrina segunda de Lydia. Tiene 23 años y acaba de someterse al tratamiento en Barcelona, donde también se operó y donde estuvo acompañada por 17 miembros de la familia porque, como dice la madre de Tamia, «en todos los casos fuimos una piña». Cuatro generaciones con la misma enfermedad y al paso de cada una, el diagnóstico llega a una edad más temprana, señala Begoña.

Radioterapia, quimioterapia, mastectomía, reconstrucciones... y tratamientos de por vida, de modo que Lydia lleva once años tomando una pastilla diaria. «Eso del tratamiento por cinco años pasó a la historia», señala su hija Begoña. Y los tratamientos tienen consecuencias, añade, «pero no te limitan toda la vida, aunque te condicionan. No es cierto que pases por esta enfermedad y todo vuelva a ser igual; la vida es distinta, lo que no quiere decir mala, pero vives siempre con algo ahí», reconoce.

Tantos casos en la familia las llevó a someterse un estudio genéticos para saber quién hereda la mutación dañina en el gen BRCA2 que, según cuentan, está tan arraigada en la genética familiar que hasta un varón fue diagnosticado de cáncer de mama con 35 años, algo muy poco común. Otros cuatro miembros de la familia, de la misma generación que Tamia, acaban de hacer la analítica de sangre, cuentan.

Lydia fue la primera en someterse al estudio genético, que le confirmó la mutación del gen, aunque ella ya tenía claro desde hacía tiempo que iba a padecer cáncer de mama. «Eu xa o tiña totalmente asimilado», cuenta, una vez que un médico le dijo que tenía el 95 % de riesgo de padecerlo. Le preguntó al profesional qué podía hacer y, según relata, este le dijo que se controlase. Ese es, para ellas, el mejor consejo, que todas las mujeres se controlen, incluso las más jóvenes. Ellas lo hacen y Begoña afirma que cuando sales de la revisión y todo está bien es «como un chute de energía positiva».

«Eu xa tiña asimilado que ía ter cáncer de mama, pero o da miña filla foi un shock»

«Cuando sales de la revisión, cada seis meses, y todo está bien es un chute de energía positiva»

«Á vida hai que botarlle valor e hai que loitar; non podes achicarte», aconseja Lydia

Lydia, Begoña y Tamia han accedido a contar su historia porque quieren transmitir un mensaje de vida en positivo, de optimismo, porque, para ellas, es la única manera de afrontar una enfermedad así. «Á vida hai que botarlle valor e hai que loitar, tirar para adiante e convencerse de que desta vas saír; non te podes achicar», defiende Lydia, que reconoce, no obstante, que saber que su hija tenía cáncer fue un shock porque «sabes o que vivistes ti e o que vai ter que pasar ela», señala.

Lydia y Begoña son, además, «grandes ejemplos de fortaleza y de tirar para adelante» para Taima que, con 18 años, se hizo el estudio genético y le dio positivo. Por ello, anima a la gente joven a que se controle pero, como precisa Lydia, sin que ello sea una obsesión porque hay que vivir y disfrutar, aseguran. Pese a su optimismo, reconocen que hubo momentos malos, por ejemplo, cuando te confirman el diagnóstico y tienes que asumir la realidad.

En este relato hay que mencionar, además, a la madre de Tamia, Ana, para la que se repite la historia, no como enferma, pero sí como familiar directo, primero con su madre Pura y ahora con su hija. Al igual que el resto de mujeres, lo hace con una fortaleza admirable, quizás porque, reconoce, se la transmite su propia hija.

Lydia aún está convaleciente de una mastectomía bilateral, a la que se sometió por recomendación médica, operación por la que también acaba de pasar Tamia. Para ellas dos y para Begoña, que hace años que está operada, esta intervención preventiva «no es trauma», a diferencia de lo que parecen transmitir algunos casos mediáticos, según explican. Así, hablan de que la mastectomía «puede ser la que te haga no tener que pasar por un cáncer», en palabras de Begoña.