El asalto a la casa rectoral de Cruces sigue sin resolver tres años después

Uxía López Rodríguez
uxía lópez PADRÓN / LA VOZ

PADRÓN

MERCE ARES

La paliza al párroco y la muerte por asfixia de su asistenta siguen todavía impunes

15 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tres años han pasado desde el violento asalto a la casa rectoral de Cruces, en Padrón, y la muerte por asfixia de la asistenta del cura, María Soto, sigue impune. Tres individuos, uno de ellos encapuchado y armado, entraron en la noche del 14 de septiembre de 2014 en la rectoral para pegar, atar y amordazar al párroco Ramón Barral y a su asistenta, aunque esta logró soltarse y gritó, lo que provocó que le apretara más la mordaza y la asfixiaran.

Ayer, vecinos de A Escravitude recordaron los hechos y lamentaron que «queden sen castigo». La Guardia Civil detuvo en su día a dos personas como presunta autoras, pero el Juzgado número dos de Padrón los dejó libres de cargos y sospechas en diciembre de 2015, momento en el que la jueza decretó el sobreseimiento provisional y el archivo de las actuaciones iniciadas.

Quedaron libres de cargos al considerarse que «no existen motivos suficientes para atribuir» los hechos investigados a «persona alguna determinada». Y no los hay pese a que, según fuentes consultadas, en el lugar del crimen quedaron huellas y restos, como colillas, de los que fue posible sacar ADN.

Tres años después, vecinos de A Escravitude creen que será «moi difícil» llegar a resolver este crimen, a menos que alguno de los individuos sea detenido por otros hechos y se pueda cotejar el ADN. «É unha pena que a morte da pobre María quede así», lamentaba ayer una vecina del lugar. La víctima mortal tenía 78 años y llevaba 26 trabajando para el cura de Cruces.

Desde el asalto, la casa rectoral permanece cerrada y el sacerdote Ramón Barral apenas se incorporó a su tarea en la parroquia, ya que las heridas sufridas agravaron sus problemas de salud. En la actualidad está ingresado en una residencia en Santiago y de la parroquia se hace cargo el párroco Roberto Martínez.

El asalto se produjo seis días después de la celebración de la Virgen de la Escravitude, el 8 de septiembre, posiblemente para robar la recaudación de ese día.

Un suceso similar en Iria hace treinta años quedó sin castigo

Eran las nueve de la noche del domingo 14 de septiembre de 2014 cuando tres individuos llamaron a la casa rectoral de Cruces. María Soto les abrió y ahí empezó el brutal asalto que acabó con su vida y con la paliza que le dieron al cura, cuyo coche usaron los asaltantes para escapar.

El vehículo apareció unos días después en el municipio vecino de Cesures lo que, para algunos, confirma la idea de que uno de los asaltantes, el que iba encapuchado, no era de muy lejos. No era la primera vez que intentaban robar en la casa rectoral y en poco tiempo. En otra ocasión, los gritos de María Soto lograron ahuyentar a los ladrones, pero esa noche le costaron la vida.

Su muerte sigue impune, algo que lamentan en la parroquia y en Padrón, donde recuerdan que no era el primer caso. Hace treinta años sucedió un asalto similar en Iria, también de madrugada. Le dieron una paliza al cura y ahogaron a su hermana, tapándole la cara. El sacerdote también falleció unos días después. Nunca se supo quién lo hizo.