El río se ha alejado. Se adivina, por supuesto, pero en las inmediaciones hay charcas y muy pequeñas corrientes que configuran unas brañas. Cuando vuelve a acercarse hasta el punto de que da la impresión de que la vía puede tocar el agua, en el lado de Trazo se alza un castro que ha sido maltratado hace unos pocos meses ante la parsimonia administrativa de Patrimonio de la Xunta de Galicia.
Y así, poco a poco, se deja primero una pista a la derecha y se avanza hacia un edificio que en otros tiempos hervía con el bullicio de personas, gallinas y conejos. Es la estación de Garga-Trasmonte. Quien esté cansado tiene ahí un buen lugar para dar la vuelta, o bien para esperar un taxi.