Mirada al norte

Cristóbal Ramírez

OROSO

13 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Al norte del municipio compostelano, la comarca sufre por no disponer de un hotel con encanto de referencia. El San Vicente, ciertamente digno, no cumple el papel. Y es una pena no tener un lugar para comer que aparezca en las buenas guías. Al sur, al este y al oeste es posible citar un par de enclaves para gozar de la gastronomía, pero al norte la cosa cambia. E igual con lo del hotel.

Un establecimiento de turismo rural estilo Casa Grande do Bachao (en Fecha) sería ese polo de referencia que falta. Porque la hostelería es la llamada, en el mundo de ocio de hoy, a suplir la ausencia de grandes monumentos: en Oroso o Trazo, por ejemplo, no hay nada fuera de las iglesias rurales, y hasta el puente de Sigüeiro queda oculto por una capa de asfalto, y verlo y admirarlo es, por lo menos, complejo. Quedan en Mesía las ruinas -preciosas- de lo que fue su castillo. Pero, como decía el canciller prusiano Bismark, «todo es negociable menos la geografía». O por ponerlo en román paladino y coger una de las pocas frases afortunadas de Manuel Fraga -hombre cultísimo con una pobre expresión-, «con estos bueyes tenemos que arar».

O sea, hay lo que hay. Y lo que hay, según Castelao, son castros, los que vertebraron el territorio y pueden vertebrar una ruta turística, siempre y cuando se estructure bien (o sea, con documentación, lugares de descanso, sitios para comer aunque sean humildes?). Es una posibilidad. Peor es no intentarlo.

Excepto, claro, que al alcalde de Oroso le dejen de poner palos en las ruedas y saque adelante su empeño de diseñar una senda verde por la abandonada caja por donde transitaba el viejo tren, ahora sin vías y cada vez más cerrada por la vegetación.