Una ruta para toda la familia por tierras de Mercurín, en Ordes

cristóbal ramírez

ORDES

CRISTÓBAL RAMÍREZ

La pequeña aldea ordense de Tralorrío se ha quedado sin gente, lo cual no quiere decir que no tenga vida diaria

10 jul 2021 . Actualizado a las 04:55 h.

Tralorrío, la pequeña aldea de Ordes, se ha quedado sin gente. Lo cual no quiere decir que no tenga vida diaria, porque una mujer acude desde la capital del municipio diariamente a pasear su nutrida colonia de canes de todos los tamaños. Esa mujer confiesa que por esas pistas estrechas ha sufrido más de un susto porque, dice, es una zona muy querida por los ciclistas -y hay que añadir que por lo menos por un quad- y con razón: tranquila, sin grandes pendientes, prácticamente carente de tráfico…

Así que entra en el capítulo de lo comprensible que se coja el coche, se deje atrás Ordes y en la rotonda que espera a un kilómetro rumbo a Mesón do Vento se elija la carretera a Cerceda, dejando a la espalda A Portela, A Poza y Pedre, para tomar el siguiente desvío a la izquierda. A los 200 metros, con la iglesia de San Clemente ante los ojos, a la derecha, y otros tantos más, con una vivienda ocre al frente, giro a la misma mano para detenerse en un entorno en verdad nada cuidado y con un excelente ejemplar de cruceiro en el medio. Ese es un lugar excelente para aparcar el coche y o bien echar a andar o a pedalear.

El monte del fondo, repoblado de eucaliptos, va a ser la referencia. De modo que procede dirigirse hacia él, llegar a las casas de Guntín y encontrar la pista de tierra, que siempre va a ser muy ancha y con buen firme.

La árida pero necesaria descripción de la ruta incluye que a los 300 metros se elige la derecha, en suave ascenso, a los 700 a la izquierda, a los 900 se está casi en la parte más alta del monte Mercurín (428 metros sobre el nivel del mar) y que toca descender. Al kilómetro, a la izquierda, y a la misma mano a los 1.300 metros (con una amplísima panorámica ante los ojos). En el kilómetro 2, al frente, y en el 2,2, ya con asfalto bajo los pies o las ruedas (ojo al stop), a la diestra para dejar atrás la casa de A Brea y llegar a Tralorrío (kilómetro 2,7). En el kilómetro 2,8 se desemboca en una carretera estrecha, bien señalizada por los bordes, y a descender entre curvas, salvar el río Mercurín y detenerse en el 3,4 para fijarse en la colina de la izquierda, muy arbolada. Ahí fue construido un castro.

En el cruce, a la izquierda. Esas casas son Trasmil y, ahora sí, visita a la cercana iglesia. El templo tiene el cementerio muy encima y se ve cuidado. Por fuera lo único resaltable es su doble campanario, pero por dentro la cosa cambia. Van a llamar la atención cuatro cosas: primera, el enorme arco triunfal que da acceso al presbiterio y al altar es gótico. O sea, 600 años, más o menos.

Segunda, que justo antes del arco, a la izquierda, la pared se presenta algo afeada por manchas que podrían ser de humedad, pero no lo son. Y es que allí había un altar hasta que una vela encendida causó un incendio y la consiguiente destrucción de la pieza (a la derecha, otro altar, con Santa Lucía). Y tercera, la magnífica techumbre, artesonado puro y muy bien protegido, porque, aunque no se ve, encima hay uralita. Que por cierto ha sido tapada con buena teja del país.

Una última recomendación para los amigos de las bicicletas de montaña: cuidado con la velocidad. No hay mucho riesgo de que los lleve un coche por delante, por fortuna, pero los perros de la animosa mujer de Tralorrío también tienen derecho a la vida.