Albor inició con diez médicos más el primer policlínico gallego en 1964

j. gómez SANTIAGO / LA VOZ

ORDES

SANDRA ALONSO

Complementó la innovación asistencial con la Fundación La Rosaleda desde el 2004

13 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El pesar por la muerte de Gerardo Fernández Albor abrió ayer la presentación de la memoria del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago, pues el conselleiro de Sanidade, Jesús Vázquez Almuíña, recordó su labor política y como cirujano.

Compostela pierde a un personaje relevante en las últimas década, muy unido al que fue su primer gran logro: abrir, en junio de 1964, el Policlínico La Rosaleda. Lo impulsó con el constructor Eduardo Cancelo, y con diez médicos: Cabo Rey, Reyes Oliveros, Moreno de Orbe, Cortizo Blanco, Bescansa Martínez, Balboa Troiteiro, Leira Tormo, Domingo García-Sabell, Agustín Sixto Seco y Luciano García Alén. Fue pionero en Galicia y supuso una innovación: al empezar a edificarse había en la ciudad más de 20 sanatorios; y a semejanza de lo que se imponía en Europa, reunió diferentes especialidades para ofrecer una perspectiva asistencial más amplia.

Entre quienes le apoyaron estuvieron otros conocidos empresarios, como Manuel García Cambón, fundador de Finsa, quién le fio 6 millones de pesetas, y levantaría la factoría maderera en el terreno pensado inicialmente para el policlínico; o Viriato Lamas, del textil de Ordes.

En el libro de los 50 años de La Rosaleda, Albor valoraba: «Siento no haber tenido dinero para hacer un hospital más grande. Creo que si algún mérito tuve es haber introducido el concepto de ‘policlínico’ en Galicia y haber llevado la cultura de la Universidad a la ciudad». Para esta labor se fijó en el catedrático Carlos Jiménez Díaz en su clínica de Madrid. Así surgieron los «martes clínicos», que abordaban novedades de la Medicina, y otras actividades. Este siglo se expandió: agregó el Centro Médico en junio del 2003; la Fundación La Rosaleda en el 2004, golf adaptado en el 2007, participó en hospitales del norte de Portugal, inauguró un centro en Lalín en julio del 2009, y La Esperanza en noviembre del 2012.

Entre quienes le recordaban ayer, Rafael Silva, último director-gerente de La Rosaleda antes de su venta al grupo HM, destacaba su «humanismo en la medicina y en su vida particular»; la defensa del «sentidiño» su «bonhomía», el «apoyo constante a las tareas de innovación, a las renovaciones que se plantearon» y que «le importaba más la buena atención al paciente que la rentabilidad empresarial».

Para el genetista Ángel Carracedo es «unha figura senlleira desde o punto de vista político, médico e como persoa, que estará para sempre na historia da nosa terra».

El oncólogo Rafael López, que participó activamente en la Fundación La Rosaleda los últimos años, destaca su trato amable y que «quizá fose a persoa máis europeísta convencida que coñecín, só podo dicir palabras de eloxio». Afirma que últimamente «daba envexa a súa capacidade de raciocinio e memoria a pesar da avanzada idade».

Para la gerente del área sanitaria de Santiago, Eloína Núñez, su fallecimiento supone una «triste perda para todos os galegos. Deixounos un gran home, un gran médico, cuxa vida estivo marcada sempre pola súa vocación de servizo aos demais, a todo o pobo galego».

Un hombre de marcado «perfil picheleiro»

Gerardo Fernández Albor amó profundamente su ciudad, Compostela, a la que siempre llevó presente y con la que se comprometió no solo desde su profesión de cirujano, sino durante su trayectoria política. Albor se mostraba orgulloso, y así lo dijo en octubre del 2009, al recibir la medalla de oro del Concello y la insignia de Hijo Predilecto de Santiago, de haber tenido el honor de ser compostelano, porque «me ha permitido, desde este eje del mundo, sentirme gallego, español y europeo».

La designación de Santiago como sede de las instituciones gallegas fue una de las principales muestras del compromiso de Albor con su ciudad, por cuyas calles le gustaba pasear y dialogar con los vecinos. Una de los primeros logros de su gestión en la presidencia de la Xunta fue la consecución de una sede digna para el Parlamento de Galicia, que pudo mudarse de su angosta sede de Fonseca a su actual sede de O Hórreo, reconvertido el antiguo cuartel. El compromiso con la cultura gallega fue otra de sus señas de identidad que reforzaron lo que el alcalde, Martiño Noriega, calificó en septiembre del año pasado, en un simposio sobre la figura de Albor, como su «perfil picheleiro». Ayer, el regidor y los portavoces de los grupos políticos del Concello destacaron la relevancia de la figura del expresidente de la Xunta. Noriega recordó que la medalla de oro de la ciudad le fue concedida en la época en el que el bipartito gobernaba Santiago -lo que en aquella ocasión el propio Albor agradeció emocionado como «ejemplo de la necesaria convivencia política»- y añadió que «hoxe é día para o recoñecemento e testemuñar como institución o noso pesar pola súa perda».

El portavoz del PP, Agustín Hernández, valoró que «é un día triste para Santiago e para Galicia» y, tras destacar que su principal virtud fue la capacidad de dialogar «con todo o mundo por riba de calquera discrepancia ideolóxica ou política», señaló que deja «unha pegada importantísima na nosa cidade». De hecho, Hernández anunció que el PP pedirá que se le otorgue el título de Alcalde de Honra, porque cuando Albor era presidente de la Xunta se concretó que Santiago sería sede de las instituciones autonómicas.

El socialista Paco Reyes manifestó que «se ten ido unha figura histórica da política galega» y Goretti Sanmartín, portavoz del BNG, expresó el pésame «á familia persoal e política» de Albor.