¿Qué se va a encontrar allí el viajero? Pues una estructura de, quizás, dos milenios de antigüedad que puede definirse como un muro perimetral de más de dos metros de ancho y que llega al metro y medio de alto. Da forma a una circunferencia de 130 metros de diámetro, según la web especializada patrimoniogalego.org. Cerca, muy cerca, el río Tambre, elemento de primer orden cuando se decidía donde levantar la vivienda: tenía que haber agua no demasiado lejos.
Si después de la aventura quedan ganas de buscar un sitio tranquilo, entonces hay que ir hacia Pena (nota negativa: una parada de autobús desvencijada, sin techo) pero sin entrar en esta aldea se continúa recto, siempre subiendo. En un punto aparece ante la vista la aislada iglesia de San Lourenzo de Pastor, un templo sencillo de esos que se encuentran aquí y allá en el mundo rural gallego. La ventaja de este —de una sola nave, con una sacristía lateral y espadaña de dos campanas, todo ello en muy buen estado por fuera— es que el cementerio no se echa encima del edificio, por una parte, y por otra que al lado dispone de un campo de fútbol con porterías y exceso de césped, y de un gran campo de la fiesta con fuente que cumple su misión y un pequeño parte infantil, además de un buen grupo de mesas y bancos. Un final relajante para toda una aventura.