O Pino, un mundo rural más allá del Camino de Santiago

cristóbal ramírez

O PINO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

El concello se extiende como un derroche generoso de ese verde que siempre caracterizó Galicia

28 nov 2020 . Actualizado a las 04:55 h.

Trazo ha salido del cierre perimetral, así que ahora mismo no existe la posibilidad de ir a ese municipio eminentemente rural. Y aquellos a los que además de querer explorar un territorio donde las posibilidades de contagio sean prácticamente nulas les guste eso, el mundo rural, pueden sentirse un poco huérfanos en el tiempo que queda para poder ir adonde a uno le dé la gana.

Pero ahí está O Pino, que fuera del núcleo de Pedrouzos se extiende como un derroche generoso de ese verde que siempre caracterizó a Galicia. Y con un enjambre de pistas sin la menor cuesta arriba ni cuesta abajo y con muy escaso tráfico, de manera que ir en bicicleta con menores o sin ellos se convierte en un paseo seguro.

Claro está que, además, hay que ver algo, entender el paisaje, no vagar sin ton ni son. Así que la propuesta concreta es ir a Cerceda. ¿Pero Cerceda no queda fuera del perímetro? Sí y no, porque amén de ser un concello coruñés es una aldea del mencionado O Pino.

En fin, deje el viajero Pedrouzos a la espalda, suba la cuesta de Santa Irene (albergue de peregrinos a la izquierda), pase O Empalme y a la altura de la pensión O Mesón, al final de una larga recta, gire a la derecha.

No hay manera de perderse porque al medio kilómetro ya aparecen unas casas. De frente hasta el siguiente desvío a la izquierda, que va a ir bordeando -¡un tramo precioso!- el regato Cerceda. Ante los ojos, el núcleo de Castro, que desde luego vivió decenios atrás momentos de mayor esplendor que el actual, con varias de sus casas de piedra cerradas y algunas en peligro de desaparición. Lo cierto es que a la vista no se distingue estructura alguna que permita decir donde hubo una aldea prehistórica que ni siquiera se conserva en la memoria de sus escasos habitantes.

Dando una vuelta de 360 grados se llega al primer núcleo de casas por el que se ha pasado antes. Ahora toca buscar los signos de cristianización, porque en la Edad Media hubo un gran movimiento para anular al menos visualmente los enclaves paganos, y desde luego en un castro no se adoraba a Jesucristo.

De frente siempre, con pequeños zigzags que animan la marcha, a los 600 metros la pista muere en otra. Y lo hace monumentalmente, puesto que en el medio del asfalto se alza un notable cruceiro en buen estado. Izquierda -o sea, hacia otro núcleo de viviendas- y ahí tiene uno que detenerse.

Y hay que detenerse porque aparece ante los ojos un templo. Está puesto bajo la protección de San Miguel, y sí, es la iglesia de Cerceda, de una sola nave y con dos cuerpos adosados, con cubierta de madera a dos aguas. Pura sencillez no exenta de elegancia. Todo recto y el viajero se encontrará de nuevo en O Empalme.