Forma parte de la memoria colectiva de los melidenses la imagen de Mercedes y Ezequiel cociendo pulpo en enormes ollas de cobre instaladas en plena calle, y despachando generosas raciones del cefalópodo servido á feria. Entonces, eran vecinos y feriantes quienes los domingos hacían cola en el local de la avenida de Lugo, con vistas a la iglesia con portada románica de San Roque y al cruceiro más antiguo de Galicia. La hilera de peregrinos aguardando por su ración fue posterior y en crecimiento de la mano del auge del Camino de Santiago, en el que los pulpeiros supieron ver el filón que supondría tanto para el negocio familiar, como para el resto de la localidad, con una infraestructura y servicios turísticos que se han ido creando al albrigo de la ruta jacobea. Pero cuando en Melide los peregrinos no tenían aún donde resguardarse, eran Mercedes y Ezequiel quienes les secaban las botas y la ropa en la cocina, y les protegían el pecho con papel de peródico, para que pudiesen continuar su camino.