El Museo de Melide identifica en la comarca nuevos restos neolíticos

Natalia Rodríguez Noguerol
natalia noguerol MELIDE/ LA VOZ

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Una ruta descubre menhires y lajas de dolmen en tres municipios

11 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay peor ciego que el que no quiere ver; o que el que no sabe apreciar lo que ve. Porque visible a los ojos de todo el mundo pasan desapercibidos los monumentos megalíticos que hacen del interior de la comunidad «unha das zonas con máis densidade de pedras fitas». Es palabra de arqueólogo. De Xurxo Broz, colaborador del Museo Terra de Melide, la institución que ha puesto en conocimiento de Patrimonio la existencia de cuarenta elementos arqueológicos localizados en la comarca y entre los que destacan gigantescas piedras talladas que tienen entre 4.000 y 6.000 años de antigüedad. Las piezas arquitectónicas, del Neolítico final, son menhires y bloques propios de la cámara de un dolmen, un patrimonio «visible pero descoñecido», como apunta Cristina Vázquez Neira, arqueóloga de la galería etnográfica melidense.

Ella y Xurxo Broz ponen al descubierto ese legado prehistórico a lo largo de una ruta que tiene su primera parada en Campos. Circulando por esta parroquia de Melide, en la pista del lugar de O Casal, sobresale una piedra de un tamaño descomunal. «Pensamos que é un menhir porque é moi picuda, pero polas dimensións pode compararse con chantos de antas como, por exemplo, a de Dombate», explica Cristina Vázquez. Mide 4 metros con ochenta centímetros de alto y en su parte más ancha tiene 1,73 centímetros. Además, a solo trescientos metros, en el lugar de O Real, en la vecina parroquia de San Cosme, está localizado un túmulo al que ya hacía referencia en 1933 el antropólogo y prehistoriador Florentino Cuevillas en el manual Terra de Melide.

La piedra megalítica de Campos, localizada por la familia de Sara Seijas cuando derribaban el muro de piedra de la finca en la que fue recolocada como elemento de protección de la pista que discurre al lado de la propiedad, es de «ollo de sapo». Es como se le conoce popularmente al gneis, el tipo de roca sobre la que también se talló la laja de dolmen que Celso Hermida localizó cuando se hizo la pista de acceso a su casa de A Ponte Nova, en Arcediago, la parroquia de Santiso que marca el límite con la provincia de Pontevedra. Con cerca de dos metros visibles de altura y un ancho de 1,75 centímetros, en este caso no caben dudas sobre el tipo de vestigio que es. «É unha peza moi plana para ser un menhir», explica la arqueóloga del Museo de Melide.

Tampoco dejan opción las tres piedras de granito que Luis Seoane encontró en sus fincas en Andabao, en Boimorto. Son menhires fálicos. También de dimensiones considerables, atienden estrictamente a esta tipología dos de las piezas, muy similares a las catalogadas en la región portuguesa de Baijo Alentejo, según precisan Xurxo Broz y Cristina Vázquez.

Por la cantidad de elementos y la cercanía entre unos y otros, a estos arqueólogos no les parece descabellada la hipótesis de que en Boimorto pueda haber un crómlech. Como en todo, el tiempo lo dirá.

Los últimos monumentos megalíticos catalogados en Melide, Santiso y Boimorto cayeron en buenas manos. «Houbo sorte», afirma Xurxo Broz para explicar la sensibilidad que mostraron los vecinos a la hora de actuar ante los hallazgos: «en lugar de desfacelos e non consideralos, colocáronos de pé». «E nun lugar visible», añade Cristina Vázquez Neira para subrayar la voluntad manifiesta para compartir ese patrimonio prehistórico, localizado en propiedad privada.

¿Y por qué lo conservaron?. Cantero de vocación, Celso Hermida explica que la laja de dolmen que recuperó en Santiso «calquera se dá de conta de que non é unha pedra feita con ferramentas de agora».