
Manuel Patrón y Serafín Prego son los dos campaneros de San Xulián de Bastavales, una responsabilidad cargada de historia y con la inmortalidad que le otorgó la autora de «Cantares Gallegos»
02 dic 2022 . Actualizado a las 09:48 h.Tocar las campanas de forma manual forma parte desde el miércoles del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Una tradición que todavía se mantiene en Galicia, donde las iglesias siguen cantando y contando fiestas, funerales e incendios, e incluso anunciando la llegada de los Reyes Magos. Hay campaneros que se han pasado décadas ocupándose de ello. Y el repicar ha sido el latido de parroquias rurales e inspiración de poetas.
Cualquier campana que suene en Galicia está cargada de historia. Pero pocas como las de San Xulián de Bastavales, en Brión, que tienen la inmortalidad que les regaló Rosalía de Castro en Cantares Gallegos. Estas campanas, que forman parte de una iglesia que comenzó a construirse en 1585 y se terminó en 1772 sobre un templo románico anterior, suenan los 365 días del año. Lo hacen al menos en dos ocasiones: a la una de la tarde y cuando anochece. Durante mucho tiempo, el sonido que tanta «soidade» le generó a Rosalía de Castro acompañó a generaciones de familias que trabajaban las fértiles tierras de A Maía y las avisaba de nacimientos y entierros. También daban la voz de alarma, sobre todo ante situaciones de riesgo como en caso de incendio. Ahora siguen llamando a difunto, y también suenan los sábados y en días festivos.
Manuel Patrón, sacristán de San Xulián de Bastavales, es el campanero oficial, que asume esta responsabilidad cada día. Comenzó a encargarse de esta tarea hace más de dos años por la renuncia de su antecesor, que había heredado esta función de su padre, campanero durante décadas. En el momento en que tomó el relevo, Patrón reconocía que tocar las campanas de Bastavales suponía una responsabilidad extra, no en vano es habitual que visiten la iglesia escolares y turistas atraídos por el impacto que las campanas dejaron en Rosalía.
Como todas las demás campanas, tocarlas requiere destreza y mucha responsabilidad por las ataduras que genera. Por eso, y porque el «repenique» muchas veces es cosa de dos, Manuel Patrón no está solo, ya que cuenta con el apoyo de Serafín Pego y de otros dos vecinos, Lino y Manuel, lo que garantiza que su inconfundible sonido pueda disfrutarse sin excepciones.
Serafín Pego reconoce que en días de procesiones las campanas de Bastavales necesitan al menos cuatro manos, por lo que las suyas siempre están dispuestas para lo que haga falta. Sus conocimientos de música le permiten afirmar que «as campás son como a batería, para min é un instrumento de percusión».