Molinos vecinos de la impresionante fervenza de Codeso, en Boqueixón

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

BOQUEIXÓN

CRISTÓBAL RAMÍREZ

El sendero es cómodo de recorrer partiendo de la capilla de San Paio

11 abr 2021 . Actualizado a las 01:30 h.

La primera impresión es que lo difícil va a ser aparcar. Algo de razón tiene quien así piense en estos tiempos de pandemia, y mucha más en el verano, cuando el personal ya salga sin tanto miedo porque los vacunados sumarán legión. En Ponte Ulla -o sea, frontera con Pontevedra- el excursionista ha tomado la carretera que parte rumbo a Arzúa, la AC 240, ha salido del concello de Vedra y ha entrado en el de Boqueixón casi un kilómetro más adelante, y a los 700 metros ha cruzado el río Pontillón y empieza a ver señales de madera que le invitan a descender a la corriente y a ver molinos.

Pero surge la duda: ¿dónde dejar el coche? Por aquellos pagos, sencillamente imposible. Así que no queda otro remedio que continuar y meterse entre las casas de Ardesende, girar a la diestra a los 400 metros y a los 100 más, señalizado, descender a la capilla de San Paio. Y ahí, ante el templo, sí que hay una pequeña explanada. Como quiera que ahora no se produce aglomeración alguna fuera de las ciudades ni falta que hace, el espacio sobra.

En ese lugar arrancan unas escaleras -cómodas- que dejan a la izquierda la capilla, restaurada en el 2003. Y así es como se divisa el primer molino, el de Matelo, que, como los del resto del paseo, está abierto, con el pequeño punto negro (único en la jornada) de que el interior necesita un urgente arreglo porque el mecanismo se ve roto y medio tirado. Una pena.

Sendero cómodo de recorrer, relativamente ancho, con alguna protección endeble quizás innecesaria y parte de ella derribada puesto que el tiempo no corre en balde.

La corriente es, sobre todo, saltarina: no hay un metro sin un desnivel acusado, y eso quiere decir pequeños saltos y cascadas en todas partes, que hacen un ruido realmente agradable. Naturaleza pura. Tras cruzar un puente de madera tan sencillo como ejemplar porque muestra cómo se pueden hacer las cosas bien sin necesidad de echar mano del cemento, se llega en menos de cinco minutos al segundo molino, el de Engas. Un panel que empieza a pedir o limpieza o relevo indica las especies de mamíferos, aves y anfibios que pueblan esos parajes, y desde luego, si no hay exageración, impresiona la variedad.

Y por cierto, el molino de Engas es vecino de la gran sorpresa de la jornada: la fervenza de Codeso, impresionante, 25 metros de altura oficiales, formando una poza que desde luego en verano no debe desaprovecharse.

A partir de ahí se cambia de margen. Si hasta ese lugar se ha caminado por la izquierda, ahora va a hacerse por la derecha, pegados a una canalización. Y así va a ser durante un centenar largo de metros, con un árbol derribado y cruzado en el camino que añade un punto de emoción, hasta acabar en el asfalto. Pero antes se alcanza el tercer molino, el de Caldelas.

A partir de ahí, en teoría, la ruta sigue. Pero aquello es una selva. Mejor desandar lo andado, sobre todo si se está pasando el día con niños.

COMIENZO

Aparcamiento de San Paio 42°47'44'' N 8°24'19'' W

LA FOTO MÁS PERSONAL

Ante la fervenza de Codeso.

EL DESAFÍO

Seguir la ruta después del asfalto (sin niños y con buen calzado).

EN EL AIRE

Media docena de aves rapaces sobrevuelan estos días un área muy pequeña cerca del río Pontillón.