Casi 45.000 personas incrementan el censo del área compostelana en verano

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

BOIMORTO

NATALIA NOGUEROL

Vecinos emigrados y turismo rural provocan un aumento de la población del 29 %

13 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Por mucho que Santiago sea el principal referente turístico en Galicia, la corta estancia de sus visitantes y el hecho de que muchas veces se alojen en hoteles fuera de la ciudad no hacen de la capital gallega un modelo fidedigno para analizar el incremento poblacional en los meses de verano. Son mucho más fiables las pequeñas localidades, y sobre todo, las aldeas en las que su población se multiplica en la época vacacional, casi siempre por el regreso de familiares emigrados, aunque también por el bum del turismo rural.

La Diputación de A Coruña, en colaboración con el Ministerio de Hacienda, recopiló una serie de datos de las poblaciones de menos de 50.000 habitantes -no incluyen, por lo tanto, a Santiago- entre los que figura la diferencia entre el censo oficial de los concellos y el que registran en su estación máxima -en el caso de Galicia, en los meses de verano-. El incremento es tal que, en localidades como Melide, Boimorto o A Baña, casi se duplica el número de vecinos, con lo que eso significa para las rutinas cotidianas, que se descontrolan por completo en época estival en una profusión de romerías y verbenas que nada tienen que ver con el tranquilo transcurrir de los días invernales, para engaño de los turistas.

Si se excluye Santiago, la población de su área -sumando a su propia comarca las de Ordes, Sar, Barcala, Xallas, Arzúa y Melide- ronda los 153.000 habitantes, pero al llegar el verano se acerca a los 200.000, sumando la nada despreciable cifra de 45.000 personas que con sus maletas, sus coches y sus niños desembarcan en la zona para pasar las vacaciones, casi siempre deseosos de ver a la familia y otras veces atraídos por el clima, el paisaje, la gastronomía o la tranquilidad de las pequeñas poblaciones gallegas.

Ese incremento poblacional en el área de Santiago supone un 29 % más del que figura en el censo. El aumento supera ligeramente la media de la provincia de A Coruña, donde la población en la estación máxima crece un 27 %, pero es algo inferior al porcentaje total de la comunidad, que es de un 32,6 %; es decir, 785.000 vecinos más en verano.

 «Aforramos todo o ano para vir gastar aquí»

Marisa Mosteiro y Benigno Valiño celebraron ayer cincuenta años de casados. Y lo hicieron en el mismo lugar al que desde hace otros tantos, y más, regresan cada estío de vacaciones. Ellos forman parte de ese contingente de veraneantes que este mes cuasi duplican la población oficial de Melide, donde también pasan sus días de asueto sus cuatro hijos y sus cinco nietos. Concretamente en Furelos, en una vivienda que este matrimonio de emigrantes en el País Vasco levantó hace tres décadas en un emplazamiento privilegiado: en las inmediaciones del puente medieval que le otorga a esa aldea jacobea por la que discurre el Camino Francés tanta identidad como la que reivindican los propios vecinos del lugar.

Tanto es así que Benigno Valiño, que nació en la capital municipal, «xa é máis de Furelos», de donde sí es nativa su mujer, quien cuenta que «menos un par de anos que me coincidiu dar a luz, vin sempre». «Pero el veu igual», precisa Marisa, que estos días capitanea una tripulación doméstica de hasta quince personas, eso sí, bien organizadas en el reparto de las tareas de casa, según aclara. «Aforramos todo o ano para vir gastar aquí», dice la mujer. El comercio y la hostelería locales lo saben bien, porque durante este mes hacen su particular agosto con el retorno vacacional de los emigrantes.

Marisa y Benigno contagiaron el apego que le tienen a su tierra a sus descendientes. «Cando os rapaces eran pequenos, marchabamos todos de aquí chorando», recuerda ella. Y más, el hijo del matrimonio se trasladó de Bilbao a Galicia «porque casou cunha galega que coñeceu estando de vacacións aquí». Y las tres hijas «aquí fixeron amizades e aquí lles gusta vir», como a su yerno, vasco, «que di que se non ven a Galicia non lle parecen vacacións». Los nietos van por el mismo camino. «Veñen contentos», cuenta. Como vendría Benigno, aunque ya no de vacaciones, sino de manera definitiva. «¿Que pinto eu alí?. O que tiña que facer xa o fixen», dice el hombre.

Trabajó como carpintero este emigrante melidense que, desde su jubilación, puede dar rienda suelta a su vocación de tallista y alargar sus estancias en el destino vacacional en el que quiere echar el ancla para siempre. «Pero ela non quere», comenta Benigno. «Porque tiran os fillos», explica ella, que confiesa que llora de emoción «cando estou alí e escoito unhas gaitas». La culpable es la morriña.