
Una pintura mural en la fachada de sus vecinos de Tarrío recuerda que, durante 50 años, cuidó de la fuente y lavadero del lugar
28 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.En unos meses, el 17 de mayo, Carmen Miramontes Brenlla cumplirá 90 años. Y puede presumir de que le han hecho en su aldea un homenaje en vida a todo color. Ella es la protagonista de una pintura mural, una obra en gran formato que recuerda la huella que ha dejado en el lugar que habita y entre quienes la rodean. Su vecino Carlos fue uno de los promotores de la intervención artística, enmarcada dentro del proyecto de muralismo Terra de Mulleres: as voces nos valos (llevado a cabo por 7H Cooperativa Cultural y financiado por el Concello de Ames por segundo año para reivindicar el papel de las mujeres en el sostenimiento económico y tradiciones del rural). Y su madre, Lurdes, prestó la fachada de su casa para esta pintura.
Ejecutada por la artista ordense Diana Rodeiro (conocida artísticamente como Nana), plasma a Carmen da Fonte sosteniendo sobre su mano la fuente y lavadero que se encargó de cuidar y mantener limpios durante 50 años de forma altruista, los cuales le han valido también el sobrenombre con el que se le conoce a ella en el lugar. Procedente de Grixoa, conoció a su marido —jornalero en Carballo— con 17 años, «e díxolle aos seus pais que se non a deixaban casar con el botaba a roupa pola ventá e marchaba», recuerda Fina, una de los ocho hijos que tuvieron. Carmen no solo se ocupaba de la crianza, de las tareas domésticas y de sacar un sueldo extra —ya fuera trabajando en huertas ajenas, además de en la propia para el autoconsumo, o vendiendo pescado que cargaba sobre la cabeza de puerta en puerta—, sino que sacaba fuerzas también para tener impoluta la fuente que se encuentra a unos cincuenta metros de su vivienda. «Ela quería lavar a roupa en auga limpa e non lle amargaba nada manter o lavadoiro impoluto e sen verdín. Agora xa non pode encargarse diso por idade, e porque a freamos, que se por ela fora poñíase a limpalo, pero xa ninguén o utiliza tampouco», comenta risueña Fina sobre su madre, a la que sirve de interlocutora por sus problemas de audición.

Cuenta que le hizo «moitísima ilusión que lle fixeran un mural». Su vida no fue un camino de rosas y «daría para escribir unha novela», revela, pero «o certo é que sempre a axudaron moito os veciños, e ela pagaba logo os favores rompendo o lombo todo canto podía». Aquella mujer de las de antes, que guiaba el arado tirado por vacas con un niño pequeño en brazos y otro que venía en camino en el vientre, a la que nunca le arrugó el trabajo físico, aún hoy sigue plantando sus cuatro patatas y sus guisantes, pero sobre todo disfruta de la familia que ha sacado adelante con esfuerzo y de reunir a los suyos los domingos por la mañana en su casa.