Marcelo, el joven «skater» de Ames que se quedó ciego y renació sobre un monopatín

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

AMES

Marcelo Lusardi patinando en Área Central estas Navidades.
Marcelo Lusardi patinando en Área Central estas Navidades. PACO RODRÍGUEZ

Perdió completamente la vista por una enfermedad con 17 años y ahora, a sus 24, tiene miles de seguidores en todo el mundo y pelea por que el deporte que practica llegue a una paralimpiada

23 ene 2022 . Actualizado a las 12:36 h.

Nació hace 24 años en Buenos Aires (Argentina) y en el 2003 llegó con sus padres a Galicia «por el corralito», relata Marcelo Lusardi. Creció en Ames y en O Milladoiro se montó por primera vez sobre un monopatín. «Empecé a patinar con 11 o 12 años en la calle», recuerda. La plaza de Correos fue testigo de sus primeros pasos en el skate, un deporte que ni siquiera abandonó cuando se quedó ciego. Empezó a perder la visión a sus 17 por una neuropatía óptica de Léber, una enfermedad rara y degenerativa que afecta a los nervios ópticos. Conoció el diagnóstico el día en que se hizo mayor de edad y confiesa que asumir una vida como invidente fue un trago difícil: «Me encerré en casa y dejé de usar el móvil. Mis colegas sabían que había perdido visión, pero no que me había quedado completamente ciego porque me incomuniqué. Me costó concienciarme de mi nueva realidad».

Conocer a Mónica Monasterio, dice, marcó un antes y un después: «Es una mujer ciega que me ayudó a empoderarme, a salir a la calle y a perder la vergüenza a llevar un bastón. Era amiga de unos amigos de mis padres, también argentina, aunque vivía en Madrid». Aprovechando un viaje que hizo a Galicia, pasaron un día juntos y, tras él, pudo salir del hoyo: «Bajé a la plaza con mis colegas. No iba con la idea de patinar, pero uno me dijo de subirme a la tabla por integrarme y ser uno más, como siempre. Al día siguiente volví a hacerlo y fue como un renacer». La skateplaza que hay detrás del Parlamento de Galicia, en Santiago, se había convertido por aquel entonces en su punto de encuentro habitual (y el de la mayor parte de los skaters de la zona). Poco a poco, recuperó el equilibrio, aprendió a orientarse «por referencias sonoras» y fueron saliendo los primeros trucos. La plaza de la Constitución «es muy amplia para moverme. Empecé en uno de los bancos, luego patinando en línea recta y seguí con el círculo para la ida y vuelta... Me di cuenta de que, aunque no viera, el sonido de lo que había a mi alrededor me ayudaba a orientarme. En uno de los lados está el parque infantil, en el otro oyes los coches de la carretera, en un banco solían estar mis amigos sentados con música y en otro de los extremos los niños jugando al fútbol», describe.

«En una pista nueva, obviamente, tengo que hacer primero un reconocimiento antes de montarme en el patín para saber cómo moverme por ese espacio y hacerme mi GPS mental, como un ciego maps», comenta entre risas. Marcelo se ayuda sobre la tabla únicamente de su bastón para escanear el terreno por el que rueda. ¿Y sufre muchas caídas? «No tengo más que el resto. Voy con mucho cuidado, pero con miedo no haría las cosas», responde ya en tono más serio. Hoy es el único skater ciego reconocido en Europa y tiene miles de seguidores en el mundo (solo en Instagram son casi 70.000, la mayoría de ellos norteamericanos; y en Tik Tok, como @elskaterciego, son más de 40.000 solo en un par de meses).

Su vida es el skate y pelea porque el deporte que practica llegue a una paralimpiada: «En Estados Unidos sí hay competiciones de skate adaptado, que es como se llama patinar con discapacidad, aunque nadie se mojó todavía para invitarme o llevarme. En el surf europeo, por ejemplo, hay una parte de ciegos y de baja visión y otra categoría para otras discapacidades físicas; pero en el skate se mezclan todas las discapacidades. Alguien se va a tener que poner las pilas porque se se está hablando muy en serio para que haya skate en las paralimpiadas. En las de París del 2024 habrá surf adaptado y para el 2028, en los Juegos Paralímpicos de Los Ángeles, se debería incluir esta opción también para el skate».

Aunque se fue a vivir a Madrid hace ya cuatro años para seguir ganando en independencia, Marcelo celebra que en la comarca haya cada vez más instalaciones para patinar, como la nueva pista cubierta de Área Central, que él ya probó estas Navidades. «Está guay, sí, pero es importante también que cada 2 o 3 años se haga un mantenimiento, porque un agujero pequeño puede suponer una lesión en este deporte, que es de impacto, en el que se salta, se cae y se desliza por bordes que se van desgastando».

Cuando se le pregunta por las reacciones de la gente que ve por primera vez a un ciego patinar saca a relucir su humor. Lo que a él más le sorprende, dice, «es que los viejos ya no me llaman gamberro y la Policía no te persigue. Aquí sí hay una discriminación positiva. Es increíble, pero todavía sigue habiendo esa asociación entre este deporte y el vandalismo». Destaca también Marcelo el apoyo recibido de la comunidad de skaters: «Desde que me di a conocer [hay hasta un documental inspirado en su historia: The Blind Rider] he tenido su apoyo y ánimo».