«En la misma tarde del desahucio ya entramos en la casa del Concello de Ames»

emma araújo SANTIAGO / LA VOZ

AMES

PACO RODRÍGUEZ

La «vivenda de tránsito» del ayuntamiento acoge a familias con dificultades

04 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Augusto y Génesis son nombres ficticios, no porque tengan nada que ocultar sino porque quieren preservar su intimidad y la de su hijo, con el que viven desde hace casi tres meses en la «vivenda de tránsito», la antigua escuela unitaria de Firmistáns, acondicionada como casa acogida temporal por el Concello. Acceder a ella, literalmente, los salvó de quedarse en la calle de un día para otro.

La suya es una historia demasiado común en estos tiempos de pandemia porque este matrimonio nunca pudo imaginar el mal giro que el covid impuso a sus vidas. Ambos llegaron de Latinoamérica hace 17 años. Ella era profesora de lengua española y guaraní pero su salario de docente no era muy alto. De ahí que la sugerencia de una familiar para trabajar en España los tentase aunque fuese de forma provisional. «Yo pensaba en trabajar más o menos un año y ganar dinero para hacer una casa en mi país», relata Génesis. Al final, una vez instalados y empleados como internos para una familia en un chalé en la zona madrileña de Las Rozas, decidieron quedarse. Cuando nació su hijo, ella perdió el trabajo y él finalmente cambió de empleo tras conocer a un empresario gallego que se dedicaba a montar ferias.

La carestía de Madrid y el ofrecimiento de instalarse en Galicia los trajo hasta Bertamiráns con su bebé de tres meses, donde vivieron cómodamente hasta que llegó la pandemia, que a él lo dejó en el paro y a ella con un ERTE en la hostelería que tardó mucho en cobrar y sin los ingresos extras que tenía trabajando en varias viviendas, a las que no pudo acudir por el miedo a los contagios. «Y si no voy, no me pagan», destaca Génesis.

El retraso en el pago del alquiler, pese a que habían negociado con el propietario una forma escalonada de ponerse al día, acabó con una inesperada carta de desahucio cinco años después de acceder a la vivienda. «Un día llegué a casa y ya no pude entrar», recuerda Augusto, ya que el dueño cambió la cerradura con todos sus enseres y objetos personales dentro. Tras el shock inicial y decirle a su mujer, «nos hemos quedado en la calle», pudieron recuperar todas sus pertenencias, muchas de las cuales están repartidas por las viviendas de amigos porque confían en recuperar su vida de antes.

Fue en este momento cuando consiguieron acceder a la casa municipal de tránsito. «Hablé con una abogada del ayuntamiento y gracias a Dios todo fue rapidísimo aunque el proceso suele ser mucho más largo, pero en nuestro caso era una situación muy urgente», reconoce Augusto. «Esa misma tarde ya nos dieron las llaves y entramos en la casa», añade Génesis.

El plazo al que tienen derecho para permanecer en la vivienda es de tres meses, un tiempo que expira en menos de quince días, por lo que buscan un alquiler que se pueda permitir y que les ofrezca todas las garantías, porque recuerdan perfectamente el desahucio que sufrieron, pese a que habían llegado a una acuerdo para ponerse al día e insisten en que lo estaban cumpliendo.

Ahora, con una situación laboral mucho más incierta y con las dificultades que tiene Augusto para encontrar un trabajo estable con nómina a sus 53 años, el acceso a una vivienda de alquiler les está resultando complicado, pero creen que no podrán continuar más tiempo en la casa de transito. «En algún caso nos piden dos meses de fianza y pagos en mano con un recibo, y no por el banco», denuncia Augusto, conocedor de malas experiencias de amigos y también de la suya. Él tiene maquinaria con la que trabajar, por eso cada vez que ve alguna casa abandonada y fincas a monte sueña con los ojos abiertos si sería posible llegar a algún acuerdo para vivir en ella y recuperarla. «A mí no me gusta estar quieto ni de brazos cruzados, soy de construir y de hacer cosas», afirma.

Cuando dejen la casa serán una familia de cuatro, porque en estos tres meses un gato blanco se coló en sus vidas. «Y no lo vamos a dejar aquí solo», añaden.

La antigua unitaria de Firmistáns ya fue el hogar de cuatro familias desde el 2018

La «vivenda de tránsito» de Ames funciona como tal desde el año 2018, tras una transformación que costó 85.910 euros, aunque el Concello de Ames contó con una subvención de 70.670 euros del plan europeo Leader.

En todo este tiempo acogió a cuatro familias con distintos perfiles, pero con la misma necesidad urgente de tener un techo en el guarecerse. Los más de cien metros cuadrados ya dieron cobijo a una pareja a la que echaron de su vivienda familiar. También a un padre con una hija menor de edad y a una mujer con su hijo que era víctima de trata y estaba recién operada. La familia que ahora ocupa las instalaciones la forma el matrimonio que ha querido contar su experiencia.

La vivienda tiene una capacidad máxima para ocho personas, con habitaciones con literas. Y es posible hacer un hueco para la novena. Esto permite que las personas acogidas pertenezcan a la misma unidad de convivencia o tengan plaza de forma individual, aunque hasta el momento la antigua unitaria ha funcionado como un hogar unifamiliar.

Estancia de tres meses

La vivienda está completamente amueblada y con todos los servicios, por lo que las familias solamente necesitan sus objetos personales. El Concello se hace cargo de los gastos de luz y el agua, mientras que el pago de la alimentación depende de cada caso, correspondiéndole a las familias el cuidado diario y limpieza de la vivienda, de 107,02 metros cuadrados repartidos en dos plantas.

En la parte baja hay un espacio diáfano para la cocina y el salón. Un baño adaptado completa el equipamiento. En la primera planta hay un espacio común y dos habitaciones con dos baños.

El inmueble, pintado de blanco y con una hilera de estrechos ventanales que iluminan a la perfección toda la planta baja, ocupa una parcela ajardinada de 729 metros cuadrados en un enclave a escasos metros de una parada de autobús y cerca también de la N-550, a la altura de Osebe, entre Padrón y O Milladoiro.

El período máximo de ocupación que establece la ordenanza es de tres meses, con la posibilidad de que se prorrogue uno más si así, de forma extraordinaria, lo estiman los Servizos Sociais de Ames. Eso sí, nunca puede superar los cuatro meses de estancia.