Cuando Aurora, de Las Tartas de Yoya, empezó en Ames a decorar con esta pasta aún no se vendía en Galicia e iba a por ella a Portugal en su propio vehículo
11 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Es capaz de recrear en sus tartas a personajes de ficción, tocadiscos y hasta huertas donde las lechugas, puerros y zanahorias saben a pasta de azúcar. Aurora Seijas empezó a moldear decoraciones con fondant cuando todavía no se venía en Galicia y, recuerda, iba hasta Portugal en su propio coche para conseguirlo. Corría el año 2010 cuando montó su obrador de pastelería artística en Ames, relata: «Las tartas de Yoya nace como una huida hacia adelante. Mi marido y yo somos periodistas y diseñadores gráficos. Con la crisis se complicó el empleo y, al dedicarnos los dos a lo mismo, nos quedamos a dos velas». Pero se le ocurrió sacar partido a su buena mano con la repostería y las velas las utilizó para coronar sus fantasías dulces que arrancan sonrisas.
Aurora hizo un curso con una repostera a la que seguía por redes sociales. Estaba en ese momento estudiando Restauración y se lanzó al vacío con la complicidad de su pareja y socio, Martín, el maestro horneador y recadero oficial de Las tartas de Yoya. «Nos dimos a conocer con folleteo, a través de Facebook y en nuestro blog. Supongo que ayudó saber de diseño gráfico y escribir un poco bien... Fue un milagro. De la nada, empezamos a destacar», comenta Aurora. Nunca olvidará el día que abrieron, el mismo en que ganó la Selección Española el Mundial de Sudáfrica. ¿La primera tarta que vendió? «Fue para un chico al que le encantaba la magia y había unas cartas, un conejo que salía de una chistera...», dice entre risas esta venezolana hija de gallegos. Ahora prepara sus gollerías para la primera comunión de un niño al que hizo las de su bautizo. «Al principio era terrible. Me pedían tartas de boda inmensas y en los traslados me ponía a temblar», reconoce. En el anecdotario está una que se desmoronó llegando a su destino, víctima de un camino de piedras, y tuvo que regresar a su taller (en O Milladoiro) para reconstruirla en tiempo récord. A raíz de la pandemia, señala, este tipo de encargos han tenido que adaptarse a las circunstancias: menos raciones para celebraciones con invitados contados.
Aurora confiesa que en su casa pocas tartas hay: «En casa de herrero, cuchillo de palo, como dicen. No tenemos hijos y, salvo en ocasiones muy especiales, ya no nos apetecen». ¿Su cliente más difícil? Los niños, responde, porque sueñan con la Luna y son luego los más sinceros. La repostera revela que fue su sobrino, Santy, que hoy tiene 18 años, el que más trabajo le dio cuando pidió para su comunión un pastel con todos los compañeros que iban a ir... hasta tuvo que reproducir al cura, Josechu. Santy era quien de pequeño la llamaba Yoya y de ahí surgió el nombre de su negocio, uno que nació de la necesidad y le ha dado muchas alegrías.
Beca artística
El trabajo de una compostelana destacó entre los más 200 presentados a Residencias Artísticas FMJJ. Un solo animal, de Alejandra Pombo Su, ganó la primera edición del programa impulsado por la Fundación María José Jove en colaboración con Normal, que cuenta con una dotación de hasta 6.000 euros. El proyecto vencedor abre un canal para el análisis de las relaciones humanas con el entorno natural, abordadas en él desde la comunicación entre especies y la alteridad. El jurado se mostró convencido del buen resultado de la propuesta y otorgó su apoyo a una carrera, auguran, «de gran proyección internacional».
Embajadora turística
La bloguera Eva Abal, autora de Una idea, un viaje, se ha convertido en una de las embajadoras turísticas de las comarcas que rodean a Compostela. Dentro de la iniciativa de promoción de Camiños de Agua, visitaba la ruta de A Fervenza das Hortas, entre Arzúa y Touro. Y ha sido la elegida también por el Concello de Padrón para dar visibilidad en el mundo online a los encantos del municipio, empezando por los últimos kilómetros del camino de A Pedronía, que llega hasta Santiago, y continuando por todo lo que se refiere al Padrón jacobeo.