El Andoriña, un regato de Ames que esconde molinos y agua milagrosa

cristóbal ramírez

AMES

CRISTOBAL RAMIREZ

La ruta comienza en la playa fluvial de Tapia y destaca por su diseño y señalización

04 abr 2021 . Actualizado a las 04:55 h.

No todas las rutas del municipio de Ames se merecen el sobresaliente, pero la llamada Rego do Andoriña desde luego que sí. Por diseño y señalización. Y si no llega a ser por los quizás inevitables (pocos) cientos de metros por pista asfaltada, rozaría la matrícula de honor. A ello contribuye el discurrir siempre muy cerca del Tambre, cuando no pegado a él.

La ruta comienza en la playa fluvial de Tapia, para acceder a la cual lo más rápido (o al menos lo más teóricamente seguro) es salir de la autovía a Noia en Bertamiráns norte y en la rotonda tirar hacia Ames. Todo recto, se deja un colegio (llama la atención) a la izquierda y al acabar un largo y sostenido ascenso se gira a la izquierda, señalizado. No hay pérdida, aunque en los dos últimos cruces no haya indicaciones. La playa es un lugar muy agradable y acogedor, obra de una escuela taller a la que hay que seguir felicitando años después de haber terminado su cometido de manera brillante. Un enclave muy bonito, con el Tambre tranquilo y anchísimo, y con un molino que parece estar en el medio del río.

Ahí empieza la ruta, en la que no falta ni una señal y en la cual abundan los paneles explicativos en muy buen estado de conservación. Apta para todos los públicos, sea dicho de paso.

El primer tramo se define como un sendero auténtico, pegado a la corriente, y desemboca en una pista. Ante los ojos, un poco más arriba, la capilla de Nosa Señora da Madalena -carente de interés artístico, pero que en el entorno queda como si estuviera ahí desde el principio de los siglos si bien solo lleva ciento y pico años- y un cruceiro vecino de una fuente a cuya agua le atribuyen propiedades milagrosas: la fonte santa. Su nombre lo dice todo.

Ahí empieza el ascenso, al lado de una traída de agua. Va a rematar en una aldea. Magnífica subida, no muy empinada y con defensas en algún punto donde podría resbalar el excursionista. Y allí abajo, sensacional, bello y lleno de saltos, el regato Andoriña, que se cruzará en un espacio en el que mandan dos molinos. Y al cruzarlo se deja atrás un castro, el de Piñeiro, de grandes dimensiones cuyas murallas se han ido bordeando. Cierto: la vegetación impide verlas con claridad.

Una vez en la aldea, de nombre Rúa, se pisa ese pequeño tramo de asfalto, el cual conduce a una iglesia medieval. La afirmación sorprenderá, porque el edificio es de ese momento de esplendor en toda Galicia que fue el siglo XVIII, pero se construyó sobre un templo de la Edad Media. Eso, y el edificio adyacente, es lo que queda del famoso priorato benedictino de San Mamede. Atención al hórreo.

Toca descender por un camino antiguo, bonito y acogedor que cruza la devesa de Sequeiros, con carballos. Va a conducir al asfalto paralelo al Tambre. Queda un puente a la derecha y se llega a un punto conocido por el viajero: a la izquierda, la capilla de la Madalena, a la derecha, el sendero de vuelta a la playa fluvial. Al acercarse al coche llevará 5.200 metros en las piernas, hora y media de paseo.