Vaya, qué lejos parecía el horizonte de la estación depuradora

Xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

AMES

ABRALDES

01 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Depuradora: ser o no ser. Parece increíble que se dé este dilema casi dos décadas después de que aflorasen los achaques en la planta. Curiosamente, fue en una reunión de Ames y Santiago (sí, los dos desavenidos) con Augas de Galicia, en octubre de 1999, en donde Néstor Rego dejó caer que la estación de Silvouta estaba convirtiéndose en una auténtica regadera.

Unos meses después, los conselleiros Xosé Cuíña y Carlos del Álamo lo dejaban caer a su vez en el despacho ministerial de Medio Ambiente. Y ahí sigue. Sería poco afectuoso con los lectores gastar un montón de líneas en enumerar los inquilinos que desfilaron por el Ministerio. Aunque también lo sería ocuparlas con las poluciones fluviales desde principios del siglo. Solo el prólogo.

Tampoco es posible computar los viajes a Madrid en estas dos décadas. Mencionaremos únicamente que muchas dietas inútiles se han consumido en estas idas y venidas en las que se entremezclaron los emoticonos de los políticos viajeros. Se ha pasado, por ejemplo, del éxtasis del flamante anteproyecto de Silvouta a la tribulación de la sentencia que le pasó por encima. No contabilizaremos tampoco las sucesivas mudanzas de los plazos ni los fondos invertidos en coderas, retales y remiendos en Silvouta, que no perdió su condición de regadera. Más moderna ahora, sí, tras la última intervención que le costó un pizco de 742.000 euros al Concello, en su condición de parvo (pequeño). Una salvajada que paga la ciudad.

Y entretanto, en O Souto, se hizo eterna la temporada en la fase de a velas vir. Sin el movimiento de una hoja en la capital que delatara algún papel movido en la tramitación. Y con la UE amenazante, con sus garras sancionadoras dispuestas y con un horizonte no traspasable. Después del largo recorrido descrito, en el tren de Varela, y ya ahora con las hojas otoñales moviéndose en Madrid, el tiempo se está consumiendo. Y problemas que pudieron subsanarse en este largo itinerario, afloran justo en el tramo final, cerca de los topes.

Hay que felicitarse del avance de esta semana, del patente esfuerzo de las tres administraciones, del trujamán que hizo comprender las cosas al Ministerio y de que el convenio esté saliendo de la impresora para su firma. Al menos que las rúbricas no sean enrevesadas, de autor. La noticia de Madrid es buena. El avance es innegable y las máquinas comenzarán a llegar en el 2018. Y el 2023 emerge como un faro sobre los acantilados.

Precisamente eso es lo que aún mete el miedo en el cuerpo. Ondean tentáculos dispuestos a atrapar el proyecto de O Souto, y por eso el Concello le puso al buen tiempo de las otras administraciones su mala cara. La arqueología, Ames y algún tuerto mirando pueden chafar O Souto. Hay sentencias en el propio Santiago y escuece mucho una de Pisón que dio el portazo en las narices a un proyecto con un montón de ladrillos ya puestos. Cerrar todas las compuertas y fugas es misión urgente. Garantizar el tramo final sin tropezar con las rocas es perentorio.

En el actual escenario, a diferencia de lo que sostiene el Concello, solo cabe ser a la fuerza optimista porque es el ser o no ser de la depuradora. Lo único que coincide con el final feliz es el optimismo. El escepticismo bajo el espíritu de Pisón es rendición, el fracaso del proyecto y, posiblemente, que el Concello tenga que ejercer su condición de parvo acreditada en el anterior mandato. Esto es, desembolsando los millones perdidos de la UE que Madrid no va a querer liberar de su erario. Ese futuro ya no se sitúa en el terreno de O Souto, sino en el de Peter Pan.

No queda otra salida que atar bien estos meses lo que se proyecta, redimensionarlo, hacerlo 100 % eficaz e impoluto, ambientarlo adecuadamente sin aerosoles, amigarlo lo mejor posible con el patrimonio residente y pecar de optimista. Y más vale que cualquier nuevo vestigio arqueológico sea una formación geológica. Toca ir de Madrid al cielo desde el despacho de Acuaes antes del 2023. Ya habrá tiempo, si cabe, de pensar en el purgatorio (ahí el personal que espera en recepción es numeroso, alguno para la crepitante planta de abajo).