Para resolver el insostenible déficit del servicio municipal de taxis, Compostela va por mal camino y a paso de tortuga, mientras los imperativos de la globalización adelantan a toda velocidad —incluso superando los límites establecidos por ley, y por la izquierda o por la derecha— a quienes se resisten. El problema en la capital gallega viene de años atrás y no hace más que crecer cada día que las administraciones implicadas dejan pasar sin dar un golpe encima de la mesa para imponer alternativas. Sí, imponer cuando no queda otro remedio porque se han agotado las opciones razonables y dialogadas en busca del deseable consenso. En este caso, imponer algo tan elemental y necesario como una suficiente ampliación de licencias del servicio tradicional de taxi, las que autoriza el Concello con el visto bueno de la Xunta, porque es una evidencia que hacen falta. Hacerlo es, simplemente, defender los derechos de los ciudadanos-usuarios, que no tienen por qué ver alterado el ritmo de su vida cotidiana por esas carencias, ya sea cuando tienen que llegar a tiempo a una cita hospitalaria, a coger un avión, a una reunión de empresa o a cualquier necesidad de ocio o negocio. Esto está ocurriendo todos los días, y no solo en la temporada alta del turismo veraniego o del invernal de congresos. Las 29 nuevas licencias que parsimoniosamente están tramitando ahora el Concello y la Xunta son una necesidad, y el rechazo de los taxistas —que no tienen otra posibilidad que aceptarla— es una medida corporativista con la que estarían tirando piedras contra su propio tejado, dando argumentos a los ciudadanos, que no son pocos, partidarios de que los VTC entren a saco en las ciudades. Ni siquiera dentro de un año estarán rodando por Santiago los nuevos taxis adaptados derivados de esas licencias, porque todavía no ha sido convocado el concurso. Mientras, seguirán las largas esperas en las paradas más céntricas en horas punta (y no tan punta). Mientras, los taxistas de Boqueixón y O Pino, municipios que comparten con Santiago territorio del aeropuerto de Lavacolla, no podrán realizar el servicio para los viajeros en la terminal. Mientras, seguirá aumentando la presencia de VTC en Santiago, con licencia o sin ella. Y los taxistas seguirán protestando en la calle.