Manuel Ameneiro: «Ya más repuesto, veo los 40 años del restaurante Los Caracoles como una nueva etapa»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

Xoan A. Soler

El hostelero está al frente de uno de los locales más emblemáticos del casco histórico de Santiago, abierto en 1986 por los padres de Nati, su mujer, fallecida en el 2023. «El 40 aniversario es un reto personal al faltar la que era su 'alma máter'... Tras su muerte, fue brutal el cariño que recibí. La gente se volcó. Decían que era la sonrisa de A Raíña, y es cierto», subraya

08 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Admite que aún no tiene nada definido y que será más cerca del 2026 cuando él podrá pararse a pensar —«Estamos trabajando mucho; abriendo los siete días a la semana»— en ese año de aniversario para Los Caracoles, uno de los restaurantes históricos de A Raíña que convirtió a los gasterópodos que lo bautizan en una de sus muchas banderas de enganche. «Ahora, estando yo ya más repuesto, tengo una nube de ideas en la cabeza, como la de elaborar una tapa diferente cada semana de caracoles para acercarlos al público local... Tras la muerte de Nati, que era el alma máter del negocio, veo necesario arrancar una nueva etapa, darle como un giro, coincidiendo además con el 40 aniversario. El proyecto sin ella, sin los dos juntos, no es el mismo», se sincera Manuel Ameneiro, de 47 años, aludiendo al fallecimiento, en el 2023, de su mujer. «Tengo claro seguir con nuestro negocio. Junto a ella aprendí a disfrutar de la hostelería... Pienso en un nuevo concepto, pero siempre vinculado a lo anterior, a esos sabores que mis suegros habían convertido ya en referente. Yo llegué al local por amor», repasa con un brillo en los ojos.

Nacido en A Coruña, llegó a Santiago a los 9 años por el trabajo de su padre en la residencia estudiantil Barroso. «Aún así, seguí ligado a mi ciudad natal, por la familia y por el mar; por el surf... Fui socorrista, también aquí, en la piscina municipal de Milladoiro, mientras estudiaba Empresas. Antes, en el IES Rosalía de Castro, había conocido a Nati... Ella, al jubilarse su padre en Los Caracoles, se quedó al frente. Poco después, yo ya dejé de trabajar en lo mío y me sumé al proyecto, primero en sala y con la gestión. Luego, al retirarse su madre, que me había enseñado mucho, también la receta de los caracoles, pasé a la cocina. A mí no me suele costar aprender. Me pongo, y sin miedo», reconoce sonriendo. «Ese trabajo, también por artesano, me enganchó. Disfruto preparando desde primera hora las elaboraciones. Luego está la adrenalina del servicio... Ahora dirijo todo, pero, aún así, varios días vuelvo a la cocina», prosigue.

XOAN A. SOLER

«El restaurante lo abrieron los padres de Nati en 1986. Él, tras su emigración en Venezuela, había llevado, a su vuelta, una discoteca en Perillo y una pulpería en A Coruña, a la que solía ir un médico catalán del antiguo Hospital Juan Canalejo. Junto a él ambos empezaron a preparar caracoladas. Tiempo después, y al querer estar mi suegro más cerca de su Bembibre natal, abrieron en Santiago un restaurante con el reclamo de ese plato no tan tradicional en Galicia... La acogida en A Raíña fue muy buena, con muchos clientes que aún ahora regresan y piden caracoles, con su preparación con salsa picante... Cada año servimos mil kilos de ese molusco que traemos de una granja de Ourense», continúa, entre recuerdos.

«Este agosto se cumplen 20 años desde que entré en el local. Todo cambió. Al inicio se abría en un horario muy amplio, desde los desayunos y hasta la madrugada. Éramos los últimos en cerrar en A Raíña. Generaciones de santiagueses probaron en Los Caracoles el ron oro, típico de Venezuela. Mi suegro llevaba una importadora de bebidas y popularizó aquí varias de ese país. Al principio se hacían también tantas queimadas que nos saltaba la alarma de incendios», evoca.

«Hace 15 años Nati y yo redujimos horarios, pasando a ser menos bar y más casa de comidas, también para poder conciliar. Orientamos además la oferta hacia una cocina de temporada, conservando las raíces de las recetas y clásicos como las croquetas caseras o las empanadas de xoubas o pulpo», señala. «Tras ella enfermar, cerré el local en noviembre del 2022. En junio siguiente, un buen amigo me apoyó para ir, junto al equipo, reabriendo poco a poco. El verano pasado yo ya volví. Me había dado un año de margen para estar con los niños, para cuidarme... En estos casos el trabajo suele ser un refugio. Para mí, sin embargo, era la partida más difícil, al recordarme todo a ella... Pero estoy de nuevo con ilusión. Ahora el reto es mantener al gran equipo humano. Somos seis trabajadores», destaca agradecido.

«Fue brutal el cariño que recibí tras su muerte. La gente se volcó. Decían que Nati era la sonrisa de A Raíña, y es cierto. Yo tuve la suerte de disfrutarla 27 años», subraya.