Carmen Rabuñal: «Del Ensanche me mudé en los años 90 a San Martiño Pinario y es un privilegio»

SANTIAGO
La santiaguesa trabaja desde hace 35 años en la joyería Ámboa, vendiendo ahora en Acibechería. Desde hace 34 años vive también en el casco histórico, presidiendo la asociación cultural San Martiño Pinario, organizadora de la popular fiesta 50 Anos Aló del próximo fin de semana: «La gente en abril ya nos empieza a preguntar cuándo se celebra»
01 jun 2025 . Actualizado a las 19:56 h.Restan seis días para que la plaza de San Martiño Pinario acoja su ya clásica fiesta 50 Anos Aló, una celebración con la que el casco histórico retrocede, con vestimentas, popurrís musicales y juegos populares, medio siglo. «La sesión vermú, en la que participan los vecinos mayores, en un ambiente familiar, es una enorme alegría. A esa celebración viene tanta gente, que ya ni necesitamos más», explica riendo Carmen Rabuñal, la santiaguesa que preside —«Entré por un año y llevo ya 15»— la asociación cultural San Martiño Pinario. «A mí me sale participar... Es un privilegio vivir aquí. Yo me mudé en los 90, a mis 30 años, y con 64 sigo feliz», repasa.
Nacida en Conxo, se crio en el Ensanche. «Para ir a mi colegio, Enfance, que estaba en el parque de Ramírez, cruzábamos Romero Donallo, que aún era una carretera de circunvalación, pero sin casi tráfico. Luego íbamos por los campos de San José, hoy rúa Frei Rosendo Salvado. En una casa cuya huerta siempre se inundaba, la dueña ponía unas tablas para que los niños pudiéramos pasar... Nosotros jugábamos en la calle. Somos ocho hermanos», rememora. Tras estudiar también en Doña Emma y en el instituto Xelmírez —«Su sede estaba donde ahora la Xunta; fuimos la primera promoción femenina»— se orienta a Maxisterio, solo ejerciendo en un colegio de Roxos.

«Me casé muy pronto y me puse a trabajar, primero en una firma de electricidad de mi padre, y, a continuación, ya en Ámboa», señala, aludiendo a la conocida joyería de artesanía gallega del casco histórico que impulsó su cuñado y en la que es gestora. Riendo, aclara cómo se pronuncia correctamente su nombre. «La tilde está en la "a", no en la "o", pero como el logo es de diseño, con un acento plano, mucha gente se confunde y hasta me corrigen a mí», admite. «Ámboa es una vasija antigua; una cerámica de Gundivós», refuerza, poniendo el foco en uno de los ámbitos en los que la firma se hizo fuerte. «Sorprendimos con una cerámica creativa y una joyería contemporánea. La gente decía que innovamos también con los escaparates o con la propia tienda de la Rúa Nova, que parecía una galería y por la que gustaba dar una vuelta o ir al jardín de atrás...», razona. «Ahora vendo en la tienda de Ámboa en Acibechería y allí la influencia del turismo, que aún se concentra en pocas calles, es notable. Aún así, mucha clientela es de Santiago y varios ya son amigos», realza.
«Hace 34 años, antes de nacer mi segundo hijo, nos fuimos a vivir a una casa de la rúa Porta da Pena, en San Martiño Pinario. Como es una zona ventosa, mi abuela me dijo: "E a que vas, a tomar os aires?"», evoca divertida. «Aún aparcaban coches a ambos lados de la calle... Me habitué rápido. Había de todo: un supermercado, una carnicería, carpinteros, el taller de marionetas de Kukas... Aprecié mucho la relación vecinal, el pararme a hablar con todos», remarca, entre anécdotas. «Los mayores recuerdan que de niños iban a dar una vuelta hasta "la raya", una línea imaginaria que marcaban las piedras y que delimitaba el barrio en Cervantes... A nuestra calle se accedía por el callejón de A Troia, estrecho, y por el que parecía que no había nada más. Por ello en parte nació en el 2013 la asociación cultural, para reivindicar que existíamos, también para el alumbrado navideño... Con los años se consiguieron logros para el casco histórico. Uno, grande, fue el centro sociocultural Maruxa e Coralia, que con su intensa actividad ya se queda pequeño. Yo allí voy a cantos de taberna y ahora a rock, aunque eso es para una actuación para la fiesta 50 Anos Aló, de junio», avanza.
«Esa celebración nació en el 2013 como otro motivo para unirnos. Este año, preparamos una muestra de fotos de familias que vivían en esta calle hace 50 años... Muchos recuerdan la Casa do Fume, por la que salía humo por las ventanas o la taberna de Gelino, un músico que tocaba en la banda y en la Catedral. Cuando él estaba fuera, eran los vecinos los que se servían y dejaban el dinero, algo que prueba el calor vecinal», defiende. «Residir aquí tiene hándicaps, como la pérdida de servicios. Aún así, ver que solo tres casas de la calle están deshabitadas refuerza la querencia por la zona. El éxito da fiesta demostró que se valora nuestro espíritu de barrio. La gente en abril ya nos empieza a preguntar cuándo se va celebrar...», destaca risueña.