Somos ricos

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

10 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Santiago es una ciudad en donde han salido a la luz problemas de ricos. Quien no lo crea, que repase los tres de actualidad.

Uno es el del trapicheo de drogas por Santa Marta adelante (aunque no solo ahí). Difícil de arreglar sin una represión más firme y evidente. No solo con más policías —no podemos poner ni pagar a un agente detrás de cada supuesto sospechoso, ni volvernos conspiranoicos estadounidenses y establecer cámaras de vigilancia privadas en cada portal y bloque—, sino endureciendo la ley.

Otro son las VUT, las viviendas turísticas fuera de control, en un extraño limbo y con las administraciones no siempre coincidiendo.

El tercero es el de las pintadas, algo increíble. La solución tiene tres caras. Por una parte, la educación en casa, en un país donde todo vale y los partidos de fútbol de alevines se acabarán celebrando con la presencia de una pareja de la Guardia Civil. Por ese lado, el futuro es poco.

Otra cara es la presión social. Si algún idiota tiene a bien pintar la catedral de, por ejemplo, Roskilde, en Dinamarca, ya puede ir cambiando de barrio porque no va a ser admitido en casa alguna y le resultará difícil mantener los amigos.

Y la tercera es, claro, la pura y dura represión. Si al primero que pillen no le meten una multa (que siempre acaban pagando los padres) sino que lo internan cariñosamente en un centro de menores (o prisión, si pasa de los 18) un fin de semana, un par de ellos si repite y media docena si insiste, con total seguridad va a tener pocos émulos.

Pero somos ricos y enredamos en cosas como esas. Arreglarlas es la base para disponer de una sociedad fuerte y cohesionada. Porque váyanse agarrando, ahí adelante vienen curvas…